Martes 02 de marzo de 2010
ver hoy
Imagine dos hermosas voces alabando el amor, el plan divino, por nosotros y para nosotros. El Espíritu de Dios nos transporta a ese momento maravilloso en que la elegida Isabel y la elegida María, nuestra madre, allá en la montaña de Judá, alabaron y se llenaron de gozo por la voluntad del Creador:
- “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”
Y nuestra madre que elogió el plan de salvación para todos. Y el todo, es usted, principalmente usted. Prepare su corazón para recibir al Salvador:
- “¡Escuchen, que llega mi amado, saltando sobre los montes, brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un cervatillo. Miren: se ha parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas, mira por las celosías”.
- “Habla mi amado y me dice: ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura”.
Fuente: LA PATRIA