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Sábado 27 de septiembre de 2014

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“Michi chelum” (A mí el cielo)

27 sep 2014

Por El Alquimista

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El Gran Maestro Alquimista: Fulcanelli, Adepto Resurrecto, en su libro: “Las Moradas Filosofales”, hace un comentario de una exclamación latina: “Michi chelum”, que significa, (¡A mí el cielo!) en la que resalta los dones maravillosos del Magisterio que ha llevado al hombre hasta el Jardín del Espíritu, que es el Real Ser de cada uno de nosotros, nuestra propia Piedra Filosofal cincelada. Transcribimos inextenso el comentario a continuación:

“¡Michi chelum!” Exclamación de ardiente entusiasmo, de gozo exuberante, grito de orgullo, se dirá, de Adepto en posesión del Magisterio del fuego. Es evidente que el filósofo, habiendo alcanzado el resultado tangible de la labor hermética, no ignora ya cual es el poder, la preponderancia del Espíritu ni la acción en verdad prodigiosa que ejerce sobre la sustancia inerte. Fuerza, voluntad e incluso ciencia, pertenecen al Espíritu. La vida es la consecuencia de su actividad. El movimiento, la evolución y el progreso son sus resultados. Y puesto que todo procede de él y que todo se engendra y se descubre por él, es razonable creer que, en definitiva, todo debe regresar a él necesariamente. Basta, pues, observar bien sus manifestaciones en la materia grave, estudiar las leyes a las que parece obedecer y conocer sus directrices para adquirir alguna noción de las cosas y de las leyes primeras del Universo.

También puede conservarse la esperanza de obtener, por simple examen de la labor espiritual en la obra hermética, los elementos de una concepción menos vaga de la Gran Obra Divina, del Creador y de las cosas creadas. Lo que está abajo es como lo que está arriba, ha dicho Hermes, y por el estudio perseverante de todo cuanto nos es accesible podemos elevar nuestra inteligencia hasta comprensión de lo inaccesible.

Tal es la idea naciente, en el ideal del filósofo, de la fusión del Espíritu Humano con el Espíritu Divino, del regreso de la criatura al Creador, al hogar ardiente, único y puro del que, por orden de Dios, debió escapar la chispa mártir, laboriosa e inmortal, para asociarse a la materia vil, hasta la completa consumación de su periplo terrestre”. (Fulcanelli)

“FELIX QUI POTUIT RERUM

COGNOSCERE CAUSAS”

Feliz quien puede conocer las causas de las cosas.

“Vitriol es un acróstico derivado de la frase: “Visita Interiore Térrea Rectificatur Invenies Occultum Lapidum”, que significa un trabajo que debemos realizar en nosotros mismos: “Visita el interior de tu tierra particular, que rectificando encontrarás la piedra oculta”, la famosa Piedra Filosofal.

Lo esencial de la alquimia no es la transmutación de los metales, sino, más bien, la del propio experimentador. Alquimista es todo hombre o mujer que trabaja intensamente en su laboratorio interno, (en su propio cuerpo, lleno de instintos, emociones y pensamientos), paso a paso, conscientemente realizando los admirables procesos de transmutación del plomo de su personalidad egoísta y obscura, en el oro puro de su espíritu libre, que se manifiesta como amor y sabiduría, en el crisol de su existencia.

La Piedra Filosofal es el Cristo Íntimo, el espíritu divino recubierto con una envoltura metálica maravillosa, constituida por los cuerpos existenciales superiores, que se desarrollan gracias al Gran Arcano, el gran secreto, que es un artificio de transmutación de nuestro deseo sexual en energía creadora que asciende en nuestro interior, cristalizando y creando los cuerpos existenciales superiores del Ser que son oro puro, con la condición de no derramar nuestra simiente.

Cuando el alquimista, por las incesantes sublimaciones mercuriales, (trabajo con su energía creadora en base a la castidad científica), ha logrado crear sus vehículos planetarios metálicos, (Cuerpos existenciales solares: astral, mental, causal, etc.), y logra fijar el oro filosófico, (amor consciente), en estos cuerpos metálicos, entonces estos átomos de oro, pueden ser proyectados para realizar los prodigios que un mago alquimista puede perfectamente realizar. Solo, pues, quien tenga oro cristalizado en su aura, en sus cuerpos existenciales superiores, puede transmutar literalmente plomo en oro.

Convirtámonos en expertos alquimistas, realizando la gran obra de transformarnos en seres dignos, preparando el terreno para que se levante en nosotros el Hijo del Hombre, el amado Cristo, que nos revolucionará totalmente, llevándonos por el camino del amor, de la verdad y la vida eterna.”.

(El Alquimista)

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