¿Recuerdan la pregunta cursi: “qué le mira primero usted a una mujer”? La respuesta, igualmente cursi, suele ser “los ojos”, aunque siempre surge la respuesta pedante: “depende”. ¡Claro!, depende de si la mujer está de frente, de costado o de espalda. Reemplazando “mujer” por “ciudad” yo diría que la respuesta es “la cara”, es decir su centro histórico-político, su identidad. Esa cara suele mostrar la edad de la ciudad, las arrugas de la historia y el maltrato de sus habitantes. El centro de una ciudad es, al mismo tiempo, los ojos, los oídos, los olores, la voz, la sonrisa y la tristeza de los ciudadanos. Ningún turista visita una ciudad sin mirarle la cara, sin pasearse por su centro. Ningún ciudadano deja de sentirse orgulloso, o avergonzado, por la cara de su ciudad.
De un tiempo a esta parte, con el apoyo de instituciones como la UNESCO, ha habido un esfuerzo para remozar la cara deteriorada de antiguas (no viejas) ciudades: se quitan manchas y lunares cancerígenos, se estiran feas arrugas, se redescubre el color original de la piel, alterado por maquillajes abusivos o por los estragos del tiempo. El centro de Quito es quizá el ejemplo más eminente de ese lifting urbanístico que le ha dado un nuevo aspecto y ha revitalizado unas calles que otrora era mejor evitar de noche y de día.
El Gobierno de Evo Morales, genéticamente centralista, ha hecho mucho para que La Paz recupere protagonismo nacional, gracias al fortalecimiento de la economía estatal. Sin embargo ese idilio sólo duró el tiempo que el Gobierno anduvo peleado con las élites de Santa Cruz. Pronto la cara internacional de Bolivia ha vuelto a ser la capital oriental y La Paz, rebelde más por principios que por intereses, ha quedado relegada, aspecto que se refleja en su cara.
De hecho el centro histórico-político-comercial de La Paz parece un enfermo terminal. ¿Las razones? Muchas e indiscutibles.
Para empezar no ha habido un lifting integral sino esporádicas y aisladas intervenciones, como la calle Jaén, la plaza San Francisco y el atrio de la UMSA. Muchos monumentos siguen desatendidos, otros terminan derrumbados (por el propio Gobierno), otras obras, como el ridículo “reloj del sur”, violan normas urbanísticas. En suma, sólo ha habido contadas cirugías plásticas en la cara de La Paz, algunas exitosas, otras desastrosas.
La descentralización de los servicios en los barrios - una medida buena en sí - desafortunadamente aleja la gente del centro. Mi Teleférico está pensado para volar de un barrio a otro, pero no al centro. Felizmente, los buses Pumakatari, con base en el Parque Central, tienen otra lógica.
A lo anterior se suman el tráfico caótico en un tablero de calles estrechas y carentes de estacionamientos y, sobre todo, los conflictos sociales que suelen manifestarse con bloqueos de las calles en torno a la Plaza Murillo. En suma, el centro de La Paz tiene el aspecto de un enfermo terminal.
Una consecuencia poco comentada de esa situación es el cierre paulatino e inexorable de comercios formales con un largo historial, precedido por el deterioro de la oferta comercial, acelerado por la falta de incentivos y rematado por irracionales medidas salariales, tomadas por políticos que, sin haber administrado siquiera un pequeño quiosco de barrio, no dudan en imponer cargas a las empresas privadas desde la silla de oro que han heredado de sus antecesores.
¿Cómo revitalizar el centro de La Paz?. Lanzo esta pregunta con miras a las próximas elecciones municipales, para que se piense cómo acabar con el castigo que recibe La Paz, y su centro en especial, por ser anfitrión del Gobierno.
(*) Es físico
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.