Jueves 25 de septiembre de 2014
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El pasado 18 de septiembre, los escoceses votaron en un referéndum para decidir si su país se independizaba o permanecía como parte del Reino Unido. Fue un momento de gran expectativa; del resultado de la consulta, dependía el futuro, no solamente de Escocia, sino de la Gran Bretaña, con indudables efectos para la Unión Europea.
Escocia, con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, conforman el Reino Unido. Los 5.116.900 de habitantes (estimaciones de junio de 2006) se asientan en un territorio de 78.782 Km2 que, desde 1707, forma parte del Reino de la Gran Bretaña.
Las aspiraciones separatistas de los escoceses no son extrañas en la historia de cambios en el viejo continente y en otras regiones del mundo. Estas han venido creciendo en Europa y, además del intento de Escocia, continúan en algunos países, como el indepentismo catalán o la acción que es promovida por la Nueva Alianza Flamenca para la separación pacífica de Flandes de Bélgica. Hay también focos separatistas en naciones como Italia, Francia, Alemania.
