“Es pernicioso mantener a policías delincuentes y sin aspiraciones”, aseguró categóricamente el comandante de la Policía boliviana coronel Oscar Nina, al advertir una drástica depuración de 1.500 efectivos de los cuadros policiales, en similar acción como ocurrió años atrás en Colombia y Chile.
La acción emprendida por el comandante policial constituye una severa advertencia para los policías corruptos, o como él identificó, para los “policías delincuentes” que buscan un fácil enriquecimiento y no les importa su institución, peor aún cuando se camuflan bajo el marbete de “policía” para cometer sus fechorías, gozando del privilegio de no tener prontuario y se apropian de lo ajeno en idénticas características que los antisociales.
Los malos elementos policiales deben ser extirpados de la Policía Nacional y procesados como corresponde, aplicando el rigor de la ley como una muestra del profesionalismo, responsabilidad y honestidad que debe existir en la institución uniformada que tiene la misión de precautelar los derechos ciudadanos y brindar protección a la población, lejos de aprovecharse de ella.
Como en toda institución existen buenos y malos policías, pero su comandante nacional debe evitar que estos pocos malos corrompan al resto y los obliguen a cometer actos de corrupción, como ocurre en algunas reparticiones policiales donde hay policías que se apropian de celulares, de vehículos incautados y hasta cobran multas como una forma fácil de enriquecimiento ilícito.
Es fácil identificar a los policías corruptos porque estos no vacilan en cometer delitos y se apropian de cualquier bien y hasta culpan a sus propios camaradas de los errores que cometen. Esos malos funcionarios policiales no deben estar más en la institución del Orden y ser separados de forma pública y si el caso amerita incluso con ignominia para evitar que la corrupción corroa los cimientos de la Policía Nacional.
Lo lamentable de los hechos denunciados que involucra a malos policías, es que los funcionarios que tienen que luchar contra el crimen organizado cometen los mismos delitos en competencia con los delincuentes y cuando son descubiertos en flagrancia tienen el cobijo institucional para no ser sancionados. En la práctica se olvidan de “luchar contra el mal por el bien de todos”, quebrando su juramento cuando se invistieron de policías.
La medida anticorrupción que propone el coronel Nina es acertada, ahora habrá que esperar que sea efectiva y que se aplique cuanto antes para que el “cáncer” que hay en la institución del Verde Olivo se extirpe de raíz y no se dé tregua ni haya descanso para sancionar a los “policías delincuentes” que con seguridad existen y están de servicio en buen número.
Destituir a 1.500 policías corruptos no será tarea fácil, porque sus conexiones con los delincuentes, su participación en el propio mundo del hampa y hasta su vinculo directo con los antisociales que trabajan para ellos, motivará diversas reacciones, como las de enfrentar a la prensa cuando se conocen y denuncian estos hechos irregulares y otras acciones de amedrentamiento a las víctimas y hasta los antisociales, quienes a la vez resultan ser víctimas de los “policías delincuentes” que roban a plena luz del día, pero como alguien diría “tienen licencia para robar” porque pueden esgrimir que son policías.
La actitud de los jefes policiales debe ser positiva ante el cambio propuesto por el comandante general de la Policía Nacional y ser actores directos identificando a los malos funcionarios y clasificarlos como “policías delincuentes” para recuperar la confianza y credibilidad de la ciudadanía. Lo contrario podría arrastrar a los propios comandantes y directores de las instituciones policiales porque está vigente el delito de omisión, lo que en buen romance significa complicidad y una participación negligente que también los hace pasibles a sanciones que establece la ley.
Ojalá la medida anunciada por el comandante Oscar Nina se aplique a la brevedad posible y los policías honestos que respetan a su institución y tienen la vocación de servicio no sean corrompidos por los “policías delincuentes y sin aspiraciones”.
(*) Periodista
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