Mientras en otros distritos del país se avanzó en la propuesta, el análisis, su debate y un consenso preliminar sobre el tema de la autonomía y su estatuto, en el nuestro todavía se habla de un “borrador final” que, lamentablemente, nadie sabe cómo se llegó a tal instancia, al no existir coincidencias mínimas sobre su contenido.
Si hay algo que caracterizó políticamente a varios departamentos frente a una consulta política, fue la respuesta del “no rotundo” a las autonomías, mientras en los departamentos del otro lado del país la indeclinable voluntad ciudadana marcó el “sí por las autonomías”.
Así se dividió el pensamiento y la voluntad nacional que después y ante el tácito reconocimiento de un error estratégico se cambió la idea y el concepto totalmente opuesto para el siguiente referéndum, aunque el resultado no fue la instrucción política, sino la realidad objetiva para encarar la descentralización departamental, de ahí que La Paz, Potosí, Cochabamba y Oruro se volcaron por el “Sí “al proceso de autonomía.
Con una nueva instrucción estrictamente política se pretendió —por lo menos en Oruro— aprobar a como dé lugar un estatuto de autonomía departamental que sólo respondía a los “sectores o movimientos sociales” afines al oficialismo descartándose la participación abierta de representaciones cívicas, laborales, empresariales y otras que por supuesto no avanzaron de manera formal en la estructuración del texto, que ahora se menciona como “borrador final”.
Es bien cierto que el tema de autonomías demorará bastante en su aprobación y aplicación, como también es cierto que en Oruro resultó difícil convencer a los sectores más connotados de la población sobre la aprobación de un modelo de autonomía que está lejos de interpretar el verdadero sentido de alcanzar el objetivo de independencia, partiendo de anular el centralismo que aún persiste y que todavía impone ciertas condiciones, mayormente restrictivas al sentido de cambiar nuestra administración para beneficio directo por el uso de nuestros recursos naturales e impulsando las iniciativas productivas que hagan posible un desarrollo armónico y sostenible del departamento, sin la espera caprichosa del buen genio y voluntad de quienes quisieran manejar una autonomía dirigida.
Lo importante es que no se permita el avance inconsulto de un documento sin consenso, contrariamente las fuerzas regionales debidamente representadas deben avanzar por cuenta y riesgo propio en la estructuración del verdadero estatuto autonómico de manera que llegado el momento y en el nivel de la Asamblea Legislativa Departamental, se apruebe el documento desprendido de la voluntad de los orureños y no el que se arma políticamente, respondiendo al interés del Poder Ejecutivo empeñado en seguir manejando los hilos de control en las economías regionales, además ejerciendo control sobre sus autoridades.
La ciudadanía orureña se dio cuenta oportunamente del cambio de estrategia de los políticos gobernantes en torno a la autonomía, de ahí que ahora es muy difícil pretender imponer un modelo “particular” frente a una proclama de independencia departamental. Esa es la cuestión.
Fuente: LA PATRIA
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