Viernes 19 de septiembre de 2014

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Las elecciones no aseguran que habrá democracia; para ello se requiere mucho más. Esto se pone en evidencia cuando se vulgariza la relación elecciones-democracia y se asigna esa calidad a algunos regímenes autoritarios por el solo hecho de convocar a comicios, generalmente viciados. Esto pone en evidencia que las elecciones solo se constituyen en uno de los elementos de la democracia, cuando estas son abiertas “periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo” todo esto en un “régimen plural de partidos y organizaciones políticas”. (Carta Democrática Interamericana).
La facultad de elegir es la que se ejercita ante la variedad de opciones que se le ofrece al elector; es decir, en una sana competencia entre partidos políticos. Esto, por supuesto, no se aplica a los regímenes de partido único que, cuando convocan a elecciones, nadie escoge, pues todos los candidatos son oficialistas. Tampoco cuando regímenes autoritarios permiten la participación opositora en elecciones y se restringe su acción electoral, desnaturalizando el proceso, pues ponen a su servicio todas las instancias de la administración y control de los comicios.