Es increíble cómo, quienes poseen excesos de poder político, económico y social, hacen gala y ostentación de soberbia; creen que ellos, por contar con todo, están por encima de los demás y deben tener la facultad rectora sobre los que no poseen mucho o nada tienen. Esto es lo que, normalmente, se ha visto en casi todos los países y, muy especialmente, y en estos tiempos, en las naciones más pobres y subdesarrolladas.
El contar con poder político, si se lo practicara debidamente y se tomara a la política partidista como medio de servicio, todo andaría por buenos caminos; pero, si ésta sirve sólo para el enriquecimiento de quien la practica y, además, para malas prácticas, en lugar de ser buena y necesaria para el pueblo, resulta negativa, contraria a todo derecho.
Quien posee poder económico, cuando está imbuido de una conciencia de servicio y solidaridad, que entiende la importancia de las leyes y respeta los derechos de los demás, hay que convenir en que ha traspuesto las puertas de lo equivocado y egoísta para ingresar en los amplios predios de la caridad, de la entrega a la causa del bien común y de que, con su fortuna puede hacer mucho especialmente si diversifica la economía y la hace fuente de riqueza que genere empleo.
Quien adquirió poder social mediante la administración, la gerencia, la dirección de organizaciones, entidades, empresas o, en su caso, quienes asumen dirección de organizaciones laborales pero lo hacen con vocación de servicio y conciencia de que todos somos seres humanos y debemos gozar de los mismos derechos dentro de los parámetros legales, merecen apoyo, consideración y respeto para que sigan en la misma brega y agranden sus campos de acción sirviendo como ejemplo para quienes asuman o puedan tener iguales posiciones.
Siempre se ha sostenido que dar es más meritorio que recibir; y esto es realidad cuando se consigue que el ser humano combata sus complejos y limitaciones y las convierta en virtudes, principios y valores porque sólo así el ser humano puede pretender llegar a estratos superiores en la estima y respeto de los demás; en estas condiciones, lo primero que se destierra es la soberbia y la petulancia, el creer que se es todo y que los demás, los del entorno o del propio círculo familiar no sirven, no valen, no cuentan porque están limitados.
Por todo ello, es importante que quienes aspiran a ocupar situaciones de poder con las elecciones de octubre, tomen en cuenta que deben renunciar a sus ambiciones, odios y complejos y tener conciencia de país y adquirir vocación de servicio pero con humildad, porque es preciso entender que el poder debe ser medio o elemento para servir, para lograr que el bien común esté debidamente favorecido sólo en marcos de equidad, ecuanimidad y justicia; de otro modo, no debería tener ningún valor la militancia en una organización político-partidista.
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