“Una mirada crítica sobre el indianismo y la descolonización” de Hugo Celso Felipe Mansilla
14 sep 2014
Discurso de presentación por el académico de la lengua Blithz Lozada Pereira en el marco de la XIX Feria Internacional del Libro - 2014
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Primera de tres partes
Mi profesor de postgrado, colega de las carreras de Filosofía y de Ciencia Política en la Universidad Mayor de San Andrés, y cófrade de la Academia Boliviana de la Lengua, don Hugo Celso Felipe Mansilla Ferret, me ha pedido cordialmente que realice un comentario a su último libro titulado Una mirada crítica sobre el indianismo y la descolonización: El potencial conservador bajo el manto revolucionario, texto que, por segunda vez, hoy se presenta; en esta ocasión en la más importante Feria Internacional del Libro de Bolivia.
Para mí es un honor que tan distinguido investigador, profesional, intelectual, escritor, crítico y docente universitario me haya solicitado comentar su último libro. Aunque solo he leído una parte de su abundante producción literaria consistente en más de cincuenta libros publicados en más de siete décadas de vida -dedicadas a publicar textos de invaluable calidad académica y científica de modo ininterrumpido- que el autor me haya solicitado escribir y leer mi opinión sobre sus ideas, es un halago a mi propia producción intelectual. Por esta razón, agradezco al Dr. Mansilla por permitirme estar aquí hoy, y poder exponer mis apreciaciones sobre su libro.
Creo que es pertinente que en el tiempo que dispongo, realce lo que para mí son las principales tesis filosóficas y políticas que desarrolla el Dr. Mansilla. Al respecto, debo enfatizar que en el sentido profundo de la filosofía clásica, su crítica refiere una normativa ética que pone en evidencia la necesidad de hacer consideraciones morales al analizar la ideología que justifica la acción gubernamental, y toda vez que se trate la cultura política prevaleciente en la sociedad. Pero, su producción logra siempre objetividad conceptual y rigor. Así, en esta como en otras obras, hace gala de una prosa impecable, un estilo de redacción claro, conciso, preciso y notablemente adecuado para referirse a situaciones y a objetos de estudio que, siendo polémicos, contienen una evidente y abstrusa complejidad.
Como en otros libros de su autoría que conozco -al menos los publicados en español- al tratar Mansilla el indianismo y la descolonización; recurre a autores de importancia mundial, a obras originales publicadas en distintos idiomas –especialmente en alemán- haciendo una lectura crítica de las fuentes que corresponden a quienes, son solo divulgadores y epígonos sin brillo de ideologías y lugares comunes de distinta procedencia. De este modo, el análisis del indianismo y la descolonización remite a referencias ilustrativas de autores y de contenidos clásicos, condensa valiosas teorías de creadores de concepciones de actualidad, y contrasta disecciones intelectuales con ideologías que el autor critica con detenimiento, como una tarea insoslayable que aparece como una obligación moral autoimpuesta.
La labor crítica que es cotidiana, extendida, valorada y sobre todo, leída en otros países; contextos que no son parte necesariamente del mundo civilizado altamente desarrollado; lamentablemente, rara vez se produce en nuestro medio intelectual. Por esta razón, lo que Mansilla realiza desde hace varias décadas, ostentando, además, una admirable valentía cuando se trata de exponer sus ideas sin tapujos; es, sin duda, excepcional. Esto es así, al grado de que el autor salvaguarda nuestra dignidad intelectual en un medio donde de forma alarmante, la producción teórica ha decaído ostensiblemente, abandonándose la crítica incisiva y dando lugar a que abunden torsiones, repeticiones y plagios ideológicos realizados en textos que, penosamente, expresan solo un cinismo inefable, la más desvergonzada ignorancia, zalamería y atrevimiento; y la carencia generalizada de indispensable rigor, cientificidad y creatividad intelectual.
Si reparo en las tesis de Mansilla con la seriedad y exhaustividad que amerita su obra, me faltaría tiempo para agotar los dos temas del libro; tarea que, estoy seguro, realizará con gusto el lector interesado en la problemática. Por otra parte, siendo mi texto un comentario, querría también verter mi opinión sobre algunas aristas temáticas que tienen significativa importancia en nuestro medio académico, estando relacionadas con el libro.
Como indica el título, Mansilla vierte una mirada crítica sobre el indianismo y la descolonización; es decir, expone sus fundamentos y analiza el contenido de ambos conceptos, presentándolos con una evidente desvaloración de su potencial como factores de cambio a favor del país. Se trataría, apenas, de conceptos de una cultura de vida conservadora; esto es, contenidos tradicionales, convencionales y rutinarios que, peligrosamente, constituirían la base para asentar prácticas caudillistas, populistas y autoritarias. Por lo mismo, exigirían que sobre ellas se vierta agrias y meditadas críticas; en especial, respecto de la instrumentación política e ideológica que desde mediados de la década anterior, se produce intensiva y extensivamente en diversos contextos intelectuales de nuestro país.
Un aspecto sobresale de modo inequívoco: se refiere al cuestionamiento de la actitud obsecuente de quienes defienden ambas ideologías de forma extrema. Por una parte, estos impugnadores condenarían la civilización occidental reduciéndola a una larga secuela de características de poder que solo son verdaderas de modo parcial y sesgado. Por ejemplo, respecto de la colonización española, la tildan totalmente como pletórica de rasgos negativos: paternalista, dogmática, santurrona, superficial, expoliadora, memorística, autoritaria, retórica y culpable de etnocidio. Por otra parte, estos mismos “críticos” de Occidente, ante los productos de dicha civilización, particularmente frente a los modelos y estilos de consumo y ocio; se conducirían asumiéndolos como caídos del cielo. Tanto el indianismo como la descolonización constituirían discursos obsecuentes, alineados a posiciones de prosaica conveniencia; con alarmantes carencias teóricas, y una radical incomprensión de la historia; evidenciarían la intención oculta de desconocer el valor y el potencial de lo que la civilización occidental logró en el pasado, y que continúa realizando en el siglo XXI.
En el texto resuena un cuestionamiento moral: si los indianistas y los sustentadores de la descolonización fuesen consecuentes con su crítica extrema a la civilización occidental, no deberían incorporar en su estilo de vida cotidiana, nada en absoluto que proviniese de dicha civilización. En nuestro país, por ejemplo, no tendrían que hablar español y de forma radical, no deberían incluir a sus lenguas vernáculas, hispanismo, anglicismo, germanismo, galicismo o neologismo alguno que tuviese procedencia foránea o tenga origen greco-latino, negándose en consecuencia, a acceder a la ciencia y la comunicación universal. No tendrían que vestir ropas que estén relacionadas con ningún traje confeccionado según las modas europeas o del hemisferio septentrional, incluyéndose las polleras de las indumentarias típicas de Castilla y Extremadura en los siglos XVI y XVII, tampoco deberían ostentar modelos que sean producto de diseñadores contemporáneos de alta o baja costura. Los auténticos indianistas y los verdaderos descolonizadores, consecuentes con su propio discurso radical, no tendrían que comer nada que suponga alimentos procesados industrialmente, productos cultivados con tecnología moderna; ni plato alguno o repostería que sea parte de la culinaria española (incluida la gastronomía infinita que desde la Edad Media hasta el siglo XVII, hizo gala de combinaciones increíbles de carnes, especias y frutas). El indianismo y la descolonización extremos y tomados en serio, prohibirían el uso de cualquier símbolo del imperialismo, la civilización industrial, el colonialismo y la globalización. Al respecto, téngase en cuenta la interminable lista de productos de la modernidad occidental, desde la bicicleta alemana hasta el automóvil y el avión estadounidenses, prolongándose la civilización tecnológica incluyendo a los satélites y las naves espaciales, las sondas interplanetarias y los recientes medios de transporte. Pero, siendo los logros tecnológicos y científicos, productos de Occidente que en el siglo XXI han conquistado el aire, la geografía terrena y subterránea, toda masa de agua estática y fluyente; además del espacio exterior y el ciberespacio, en verdad, resulta absurdo exigir a quienes se reclaman indianistas y que sustentarían la descolonización, que no aborden un avión, que no conduzcan ni se suban a un automóvil, o que tampoco usen cualquier vehículo que tenga ruedas. Su condena simbólica fundamentalista a la civilización occidental exigiría, por mínima coherencia, que rechacen los productos de dicha cultura material; sin embargo, dado que los aceptan e incorporan a sus vidas instantánea y extensivamente, su discurso cae en el descrédito desde el punto de vista de la consecuente obligación moral a la que daría ha lugar.
Continuará
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