Domingo 14 de septiembre de 2014
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Reynaldo entró alborotado, a decirme que había un bicho entre las ramas del cedrón. El chico suele llevar lombrices y escarabajos en los bolsillos, con los que asusta y hace corretear a su hermano mayor. Lo que vio, debía ser algo muy diferente para haberlo impresionado.
Es raro, comentaba mientras caminábamos, parece una hoja o una moneda de vidrio.
¡Ahí, ahí! ¿Ves? La fragancia del cedrón nos envolvía. Algo traslúcido como una moneda se encontraba entre las ramas, sostenido sobre una infinidad de hilos brillantes formando una telaraña.
El chico me preguntó si podía atrapar una mosca y ponerla en la telaraña, para ver qué pasaba.
Apenas cayó la mosca en los hilos brillantes, no supimos si la cosa o bicho lo absorbió instantáneamente o lo evaporó, ofuscándonos con un destello.
Tuvieron que gritar y repetir que me llamaban por teléfono, para despejar mi perplejidad.
Al ir a atender la llamada, recomendé a Reynaldo que no tocara al bicho.
Cuando volvía, oí un zumbido en el cielo, levanté la cabeza y alcancé a ver al bicho convertido en una hélice que se alejaba. Lo singular, ya en lo alto, no sé si fue una ilusión óptica, pero el bicho se infló como una casa y desapareció en el cielo en una fracción de segundo.