Estimados amigos, nuevamente les escribo desde la Cárcel de San Pedro; primero para agradecerles lo que hicieron por mí al publicar la poesía: “Madre Prisionera”, el año pasado.
El otro motivo es que estoy escribiendo la historia de mi vida y me gustaría hacer conocer a nuestra ciudad de Oruro, un pedacito de este libro que titulé “Soy Inocente”.
Por favor queridos amigos no me nieguen este favor que les pido, sé que ustedes no me conocen, pero soy una mujer y madre de 50 años de edad, estoy en la cárcel 11 largos años y vivo en esta ciudad casi 40 años.
Fui injustamente sentenciada a 30 años de prisión y hasta el día de hoy no se ha aclarado el crimen de mi hijo Moisés, del cual me acusaron. Desde el fondo de mi corazón yo le suplico que por favor puedan publicar en su prestigioso periódico lo que escribí, que es lo que a mí me sucedió el año 1999, un caso de la vida real.
Se los agradeceré infinitamente por siempre esta obra de caridad que hacen por mí.
Atentamente: Lena Tangara Aguilera
Soy Inocente
Era el viernes 26 de febrero del año 1999, por la tarde en la PTJ una mujer lloraba sin consuelo, se encontraba desde el día anterior cerrada con candado en la segunda planta, en una habitación sucia con colchones de paja en el suelo y paredes pintarrajeadas con nombres de mujeres que seguramente pasaron por este lugar.
Pero a ella no le importaba dónde se encontraba, su dolor era demasiado grande, el recuerdo de su hijo Moisés estaba en su mente y en su corazón y clamaba al Dios Todopoderoso con llanto que por favor le ayudara a descubrir al asesino o los asesinos de su hijo querido de 18 años que el día anterior apareciera muerto despiadadamente a la vuelta de su casa en la zona del Zoológico en Oruro.
De pronto vino un policía y abrió el cuarto y le dijo a la prisionera: “Venga, hay alguien que quiere hablar con usted”.
Ella lo miró desconfiada para preguntarle: “¿Quién quiere hablar conmigo?” El policía le respondió: “El del Laboratorio, dijo que la lleve donde está él”, señalando continuó: “Allá al frente, ¡Mire!”.
Pensó ella que tal vez era la ayuda que necesitaba, ya que la estaban acusando del crimen de su hijo Moisés. Por eso estaba detenida, sin convencerse que la mujer era “inocente”. Aceptó ir al laboratorio y una vez allí le ofrecieron un asiento, miró a todos lados y allí estaba el tacho de color café y beige, era de plástico, el que tenía en su casa para poner la ropa sucia de los niños, lo reconoció enseguida, estaba con las frazadas y una chompa azul pastel que día antes le habían quitado a ella.
El hombre del laboratorio, un hombre gordo e injusto le dijo: “¿Por qué lo hiciste?” con voz que denotaba algo de lástima. Ella le respondió “¿Hice qué?, pero si no hice nada y no entiendo nada, ¿por qué me culpan?” El del laboratorio la miró y le indicó con el dedo índice lo que estaba en la mesa, un cuchillo y el hacha, agregando dijo: “Aquí está la prueba, ¿reconoces esto?”, respondiendo la mujer le dijo: “En mi casa tengo igual a esta hacha”, el hombre siguió indagando: “Pero si es tu hacha y aún tiene sangre”, la mujer se asustó y le respondió: “Acaso lo mataron con esto a mi hijo, yo no sé nada, ayer vi el cuerpo de mi hijo en la Morgue, estaba ensangrentado, no vi nada más porque me desmayé, dígame ¿qué es lo que sucedió?”, dijo con sollozos y un dolor que le traspasaba el corazón.
El del laboratorio que no creía en su inocencia, le dijo: “Tú lo hiciste”.
La mujer salió del laboratorio mucho más desolada que cuando entró pensando encontrar alguna solución a su problema.
¿Cómo se puede mejorar la justicia en Bolivia?, se debería investigar desde las raíces antes de dar una sentencia.
Hay casos de personas que por no contar con recursos económicos, se tuerce la función de la Justicia, que debería cuidar y proteger a los inocentes, también de castigar a los verdaderos culpables.
El Estado debería colaborar económicamente en estos casos para investigar, sacar las pruebas del ADN en estos casos de asesinato.
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