Cada proceso electoral significa que los partidos políticos que apoyan a sus candidatos, muestran que muy poco respeto habrá entre ellos. Un respeto que, en todo caso, debería ser por la colectividad nacional que siempre espera conductas serenas, constructivas, honestas y responsables hacia quienes, se supone, serán los electores y, mucho más, a esa parte del pueblo – que es la mayoría con relación al Padrón Electoral – que no vota, que no interviene directamente por diversas razones como escasa o excesiva edad, enfermedades, viajes o, finalmente, no quiere votar porque ninguno de los candidatos lo convence.
Todo proceso electoral debe tomárselo como efecto de la vida democrática en que vivimos; es razón también de la libertad que tenemos y es medio para elegir a las autoridades que vayan a gobernar el país. No son las elecciones un concurso de chacotas ni ver a una especie de gladiadores que luchan por sobrevivir; consecuentemente, la conducta de los candidatos y, mucho más, de quienes los apoyan, debe ser respetuosa, digna, ajena a insultos y concurso de adjetivos y enrostramientos de lo malo que hayan hecho los contrarios.
Todo proceso electoral debe ser ejemplo de civismo, de amor al país, de encuentro de posiciones en concordia y paz, de respeto absoluto por lo que cree y siente el contrario; no debe ser espacio para la adjetivación o la lucha callejera. Menos puede ser escenario para remover lo malo, ni lo que se piensa de los contrarios.
Para el pueblo, la conducta político-partidista no cambia, no obstante largas experiencias con muchos procesos electorales que se ha tenido porque todo es repetición – corregido y aumentado – de lo malo, de lo que refleja complejos, rencores y odios, como si todo ello fuera medio para el logro de votos.
Los políticos no se dan cuenta que el pueblo se pregunta ante los espectáculos que ve y oye: ¿Si así obran ahora que buscan alcanzar el poder, cómo será cuando lo tengan en su dominio? ¿Por qué ofrecen lo que no van a cumplir en los hechos ni durante la campaña electoral ni en el proceso de elecciones y menos en el “goce” del poder? Hasta ahora, faltando pocas semanas para las elecciones, los políticos de todas las tendencias, están desempeñando papeles muy poco dignos y nada que permita confiar en ellos. ¿Será posible un mínimo de sindéresis, consideración y respeto por el país y su pueblo? Cada quien, que examine su conducta y adopte los comportamientos que debe; de otro modo, a las vergüenzas que se sufre con la política partidista, se añadirán más decepciones y frustraciones.
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