Comienza el noveno mes del año y en el calendario político nacional resulta clave para decisiones especiales de la ciudadanía que tendrá este periodo relativamente corto para evaluar las ofertas electorales de cinco candidatos y asumir responsablemente la elección de uno de estos y sus acompañantes para la conducción del país por una nueva gestión.
Hasta ahora el panorama es muy confuso a un mes y 12 días del acto eleccionario, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), confronta problemas al tomar algunas decisiones equivocadas o simplemente omitir responsabilidades en ciertas situaciones que merecían su sello de autoridad, aplicado en el marco de la legalidad pero sobre todo de la equidad y el respeto a la democracia.
Lo importante es que de algún modo se posibilite que los programas, las propuestas de los candidatos lleguen en iguales condiciones al enorme electorado que según se pudo saber a través de algunos sondeos, se halla saturado por una campaña mediática generada en los medios oficialistas y con una notoria ausencia en los mismos de espacios para todos los candidatos.
Faltando pocos días para que todos sin excepción entren en campaña abierta, estos últimos días se han producido ciertos operativos como el retiro de grandes anuncios colocados en lugares estratégicos, tanto del partido oficial como de los otros, se ha multado a unos y otros, aunque por lo menos en un caso sin respetar las propias normativas del TSE, lo que ha generado reacciones entre los afectados, pero además mayor confusión ciudadana.
Para el electorado consciente de su responsabilidad democrática lo que debe implementarse es un debate público entre los líderes políticos, especialmente los que se postulan a la cabeza de partidos o fórmulas electoralistas, de modo que “de cara al pueblo” puedan exponer sus programas de gobierno, defender esas propuestas, aclarar dudas y añadir detalles si faltasen en el imaginario de los más incrédulos.
Lo que no se puede o no se debe hacer es alimentar el proceso de la “guerra sucia”, la campaña de insultos y los ataques mordaces entre candidatos con temas que como alguien los calificó “de cocina” y no tienen mayor relevancia en el verdadero interés comunitario por saber, cuáles serán las soluciones a los problemas del desarrollo productivo, de más fuentes de empleo, de seguridad ciudadana, de justicia plena y de alternativas para “vivir mejor”, pero de verdad.
Un debate es realmente una confrontación pero en el más amplio sentido de expresar ideas diferentes y debatirlas, en el más amplio ejercicio democrático, con respeto y dignidad, lo que no significa “libertinaje” para exponer insultos que afecten la honorabilidad de los actores políticos o su entorno más próximo.
Los bolivianos siempre han respondido en los procesos electorales, lo han hecho con la certidumbre de estar defendiendo la democracia, especialmente después de los tenebrosos procesos de las dictaduras que mostraron sus garras para cortar y suprimir las libertades y los derechos. Esas experiencias se valoran desde hace tres décadas al restablecerse la democracia y una manera de cumplir el deber de sostenerla, es precisamente concurriendo a las urnas para elegir libremente al postulante que oferte la mejor opción de beneficio colectivo.
Por estos razonamientos elementales es que el electorado boliviano espera que este mes de septiembre se le permita conocer en igualdad de condiciones todos los programas políticos y una manera de hacerlo es a través de uno general o varios debates parciales, las ofertas políticas, sus detalles, las opciones de su ejecución y las seguridades de su cumplimiento. Un mes clave.
Fuente: LA PATRIA
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