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Domingo 31 de agosto de 2014

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Cultural El Duende

Delmira Agustini

31 ago 2014

Delmira Agustini. Montevideo, 24 de octubre de 1886 - 6 de julio de 1914. Poeta y activista feminista. Formó parte de la Generación del 900, junto a Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones, Rubén Darío y Horacio Quiroga, al que consideraba su maestro. Su estilo pertenece a la primera fase del Modernismo y sus temas tratan de la fantasía y de materias exóticas. Su obra se caracteriza por una fuerte carga erótica. Entre sus títulos destacan: El libro blanco (1907), Cantos de la mañana (1910), Los cálices vacíos (1913), Ediciones póstumas: El rosario de eros y Los astros del abismo (1924), Correspondencia sexual (1969).

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Ofrendando el libro

Porque haces tú can de la leona

más fuerte de la Vida, y la aprisiona

la cadena de rosas de tu brazo.

Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo

esencial de los troncos discordantes

del placer y el dolor, plantas gigantes.

Porque emerge en tu mano bella y fuerte,

como en broche de místicos diamantes

el más embriagador lis de la Muerte.

Porque sobre el Espacio te diviso,

puente de luz, perfume y melodía,

comunicando infierno y paraíso.

–Con alma fúlgida y carne sombría...

Con tu retrato

Yo no sé si mis ojos o mis manos

encendieron la vida en tu retrato;

nubes humanas, rayos sobrehumanos,

todo tu Yo de emperador innato.

¡Amanece a mis ojos, en mis manos!

Por eso, toda en llamas, yo desato

cabellos y alma para tu retrato,

¡Y me abro en flor!… Entonces, soberanos

De la sombra y la luz, tus ojos graves

dicen grandezas que yo sé y tú sabes…

Y te dejo morir… Queda en mis manos

Una gran mancha lívida y sombría…

y renaces en mi melancolía

¡formado de astros fríos y lejanos!

De mi numen a la muerte

Emperatriz sombría,

si un día,

herido de un capricho misterioso y aciago,

yo llegara a tu torre sombría

con mi leve y espléndido bagaje de rey mago

a volcar en tu copa de mármol mis martirios,

sellarás más tu puerta y apagarás tus cirios...

En mi raro tesoro,

hay, entre los diamantes y topacios de oro,

y el gran rubí sangriento como enconada herida,

¡el capullo azulado y ardiente de una estrella

que ha de abrir a los ojos suspensos de la Vida,

con una lumbre nueva, inmarcesible y bella!

¡Ave envidia!

¡Áspid punzante de la envidia, Ave!

Tú fustigas la calma que congela,

el rayo brota en la violencia, el ave

en paz se esponja y acosada vuela.

Si hay en Luzbel emanación divina

en ti hay vislumbre de infernal nobleza,

rampante, alada, la ambición fascina–

Y si tu instinto al lodazal se inclina

¡Reptil tú eres y tu ley es esa!

Mírame mucho que mi mente inflamas

con la luz fiera de tus ojos crueles…

¡Ah si vieras cuál lucen tus escamas

en el tronco vivaz de mis laureles!

Gozaste el día que abismé mis galas,

cóndor herido renegando el vuelo;

¡Hoy concluye tu triunfo, hay en las alas

fatalidad que las impulsa al cielo!

Si de mis cantos al gran haz sonoro

tu cinta anudas de azabache fiero,

sabio te sé: de mi auroral tesoro

¡Lo que dejes caer yo no lo quiero!

Esa cinta sombría es la Victoria…

cuando describes tu ondulado rostro

por todos los sendero de la gloria

muerdes sombras de ala, luces de astro.

forja en la noche de tu vida impía

cruces soñadas de mi blanca musa,

¡Si ha de vivir hasta cegar un día

tus siniestras pupilas de Medusa!

No huyas, no, te quiero, así, a mi lado

hasta la muerte, y más allá: ¿te asombra?

seguido la experiencia me ha enseñado

que la sombra da luz y la luz sombra…

y estrecha y muerde en el furor ingente;

flor de una aciaga Flora es esclarecida,

¡Quiero mostrarme al porvenir de frente,

con el blasón supremo de tu diente

en los pétalos todos de mi vida!

El vampiro

En el regazo de la tarde triste

yo invoqué tu dolor... Sentirlo era

¡Sentirte el corazón! Palideciste

hasta la voz, tus párpados de cera.

Bajaron... y callaste... Pareciste

Oír pasar la Muerte... Yo que abriera

tu herida mordí en ella –¿me sentiste?–

¡Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente

tu corazón herido mortalmente,

por la cruel daga y exquisita.

De un mal sin nombre, ¡hasta sangrarlo en llanto!

y las mil bocas de mi sed maldita

tendí a esa frente abierta en tu quebranto.

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?

¿Soy flor o estirpe de una especie oscura

que come llagas y que bebe el llanto?

La esperanza

Soy el dulce consuelo del que sufre,

soy bálsamo que alienta al afligido,

y soy quien muchas veces salva al hombre

del crimen o el suicidio.

Yo le sirvo al mortal que me alimenta

contra el dolor de sin igual muralla,

soy quien seca su llanto dolorido

y calma su pesar ¡Soy la Esperanza!

Para tus amigos: