Martes 19 de agosto de 2014
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Los ciudadanos se interrogan, no solamente en Bolivia sino a nivel universal sobre el origen de la corrupción en la justicia ¿Cual es el origen de esta denigración humana que castiga a los inocentes y no pudientes? La maldad natural del género humano sería el origen acertado. Si no fuese así, si todos fuésemos honestos por naturaleza, se intentaría con voluntad a que simplemente la verdad saliese a luz en todo debate, fundamentación y alegación, sin preocuparse en absoluto de si esa contundente e incontrastable verdad se adapta a la opinión que previamente se mantiene, o a la del otro contendor legal; eso sería indiferente o algo muy secundario.
La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que uno primero formule resulte falso, y verdadero lo del abogado adversario. Tras esto cada jurista no tendría otra cosa que hacer sino esforzarse por juzgar rectamente, para lo que primero se tendría que pensar antes que hablar. Junto a la vanidad natural, también se solucionan, en la mayor parte de los seres humanos la chicanera actitud (expresada coloquialmente y se entiende como el ejercicio de deformar la ley y los procedimientos), y la innata improbidad.
