Lunes 18 de agosto de 2014

ver hoy




















































Con la nueva vida que había comenzado en las chozas del Maestro, Sergei se ocupó de que todo funcionase con normalidad aunque no pudiera participar en lo que ocurría al otro lado del río.
Una tarde, mientras el Maestro daba de comer a las carpas, se acercó y le dijo.
- Mi vida es bastante rutinaria y no sé si avanzo en el Camino. Todos los días parecen iguales, vestirse y comer, dormir y trabajar.
- Somos muy afortunados, Sergei, porque podemos vestirnos y comer, dormimos y trabajamos.
- No te comprendo muy bien, Maestro.
- Anda, vamos a comer y después descansaremos. No hay nada que comprender. Los que han comido y descansado ayer no son los mismos que van a hacerlo hoy.
- Maestro, me siento desconcertado. ¿Cómo no vamos a ser los mismos de ayer, y los mismos de mañana?
- Escucha lo que le sucedió al Buda cuando su primo Devadatta, lleno de envidia por no poder figurar entre sus discípulos más cercanos, lo insultó y lo increpó hasta que movido por la cólera le arrojó un enorme peñasco desde una ladera cuando el Buda se dirigía al baño. El Bienaventurado lo esquivó y continuó su camino sin inmutarse.