En defensa del Himno Nacional de Bolivia

En fecha 6 de agosto del presente, la analista política y social María Galindo publicó en “Página Siete” de La Paz un artículo muy polémico que lastima la sensibilidad de aquellos que nos sentimos bolivianos y respetamos como corresponde, de acuerdo a nuestra formación y experiencias dolorosas, los símbolos patrios, aquellos que, desde una temprana edad, forjaron nuestro carácter independientemente del entreguismo de castas dominantes que poco hicieron por la defensa de los derechos fundamentales de las y los bolivianos.

La caracterizada feminista escribió, entre otras cosas, lo siguiente: “Canto el Himno y resbalan por mi boca las frases absurdas e incomprensibles de un texto arcaico que ningún significado tiene para mí y para nadie de los que me rodean.

El aire solemne y el canto común de todos es sólo muestra de un rito aprendido en el colegio a golpe de regla, que nos invoca lo más sumiso que tenemos en el alma.

María Galindo tiene todo el derecho a expresar su posición, con la que he sido solidario en muchas oportunidades, pero creo que en esta ocasión, en su odio acérrimo al hombre y en lo que éste ha representado en la construcción de Bolivia, lleva al extremo sus frustraciones de género, denostando la expresión de un sentimiento patrio que está por encima de interpretaciones mezquinas. El Himno Nacional, el que aprendimos a amar en nuestra más tierna niñez, por más que algunos o algunas pretendan embarrarlo con su falta de criterio cívico, es mucho más que unas estrofas y un timbre musical, los que de lejos son enaltecedores de un espíritu liberador, es la más grande rebeldía contra los tiranos que han asolado a Bolivia en repetidas oportunidades y durante más de un siglo.

La identidad colectiva no surge solamente de los hechos, sino de cómo estos quedan representados en el imaginario popular a través de la magia de sus poesías y canciones, donde las diferencias regionales, culturales y sociales, las contradicciones políticas e ideológicas se diluyen en las olas del amor a la Patria, por más cursi que pueda parecer a personas que llevan sus traumas al extremo y han confundido su paso por los campos y las ciudades con la simple liberación de sus mezquindades, tratando, sin lograrlo, de dañar sentimientos que se encuentran muy por encima de bajezas y estulticias. Y la guerra que tanto es rechazada por pacifistas de ayer y hoy, aunque no la deseemos, nos ha permitido recrear esta Patria y su devenir solamente podrá ser posible invocándola para constituirnos definitivamente como nación libre y soberana. Ahí sí podremos proclamar la paz eterna.

La comunidad boliviana, una nación en construcción, por encima y a través del transitorio Estado Plurinacional, ha sabido encontrarse en las letras de su Himno, en el “¡Morir antes que esclavos vivir!” y en el “Loor eterno a los bravos guerreros”, los versos prístinos de un diario transcurrir haciendo posible nuestro presente y futuro sin olvidar a quienes nos heredaron una tierra hermosa, por encima de sus propios errores y sueños frustrados, pero igual gloriosos. El “Himno Nacional de Bolivia” es uno de los más bellos del Mundo por letra y música, sin parangón en la América irredenta, alcanzando la talla de “La Internacional”, del “Himno Soviético” y de la memorable “Marsellesa”. Sirvan estas palabras para destacarlo y recordarlo, grabando en las nuevas generaciones su aire marcial y pletórico de amor a la tierra boliviana.