Loading...
Invitado


Domingo 17 de agosto de 2014

Portada Principal
Cultural El Duende

Jorge Ordenes Lavadenz

La adversidad en la novelística de Alcides Arguedas vívida y vigente

17 ago 2014

La narrativa del pensador boliviano Alcides Arguedas Díaz viene a ser un llamado al orden y a la legalidad, sobre todo con respecto al Artículo 7 de la Constitución Política del Estado -que, entre otras cosas, estipula el derecho a una remuneración justa por el trabajo realizado. Las novelas de Arguedas son también un pedido simbólico a los bolivianos a dejar de jugar a tener un país, y un postulado doloroso de edificación de Bolivia lanzado desde un positivismo social crítico en boga en América durante las primeras décadas del siglo veinte.

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Octava de 10 partes

III. El YO

1. Sicología india

Las novelas de Alcides Arguedas ofrecen material para formar –por inferencia, denotación y/o connotación, en base al material estudiado arriba– una opinión sobre las fuerzas que han afectado, y, quizá aún en cierta medida, continúen afectando el espíritu y la moral del indio boliviano.

Postulamos que el indio arguediano sufre una profunda confusión sicológica provocada por:

(a) su autoderrota ante el europeo en gran medida derivada de su ciega disciplina religioso-jerárquica en el sentido de que lo que anunciase o dijese el líder indio, el Inca en el caso del grupo incaico, era ley;

(b) la marginalización de sus creencias religiosas por parte del conquistador en el cometido de implantación por la fuerza del cristianismo;

(c) la injusticia de que es objeto en manos de gente que predica la piedad, la caridad, el perdón, además de bautizarse y confirmarse como exige la iglesia católica, y escuchar misa todos los días;

(d) la eliminación de su estructura de vanguardia en el sentido de haber sufrido la pérdida total y violenta de sus líderes políticos y espirituales a partir de la tercera década del siglo dieciséis;

(e) la humillación sufrida por el varón indio al observar que la india es violada por el blanco sin que exista justicia que le ayude a recuperar su dignidad;

f) el nepantilismo o la humillación sufrida por el varón indio al percatarse de que la india prefiere hijos mestizos para así lograr protección en el serrallo, mayor jerarquía social, y consideración para su descendencia;

(g) ser testigo de su propia incapacidad de reacción ante una situación de violencia sistematizada contra su pueblo;

(h) percatarse repetidamente, desde el siglo dieciocho, de que hay bolivianos “blancos y mestizos que lanzan los primeros gritos significativos de su emancipación sin que él sea partícipe del liderazgo;

(i) luchar y morir por esa emancipación para caer nuevamente, a partir de 1825, en el mismo abuso e injusticia de la época española;

(j) los efectos del consumo de alcohol y de coca;

(k) percatarse de que la forma más segura de sobrevivir es bajo el amparo del criollo, pese al vejamen y denigración que tal “amparo” signifique;

(l) refugiarse en el fatalismo, la superstición, la brujería, afines a las deidades y creencias de sus antepasados, bajo la recalcitrante presión de los que quieren convertirlo del todo al cristianismo.

Ampliemos cada uno de estos aspectos de la sicología indígena de América.

Con respecto a (a) su autoderrota, los indígenas de mayor progreso tecnológico, científico y social, a principios del siglo dieciséis –los aztecas y los incas– habían profetizado, cada uno independientemente y coincidentalmente, el arribo de hombres barbudos y blancos que vendrían en comisión deística a alterar las cosas, y que no había que poner resistencia. Tal coincidencia, de incalculable implicación derrotista y entreguista, socavó el espíritu y la voluntad indígena al punto de tornarla en logro relativamente fácil para el español. Este por su lado venía triunfador en lides de fe, espada, tercio y catequización, que consumieron ocho siglos de lucha contra el musulmán en la península ibérica. El sentido de logro en función al cristianismo de biblia, armadura, sable, lanza, caballo, perro y garrote y por desgracia enfermedades como el tifus, la varlolosis, la influenza— encontró acceso expedito al espíritu –y al territorio– del espíritu indígena para doblegarlo. Esta génesis de la derrota india en América encuentra secuela, en lo que toca a Bolivia, en la contextualización de Raza de bronce. “Huayna Capac llamó a sus oficiales para anunciar el fin del imperio con el reino del doceavo Inca, por conquista de hombres extraños barbudos y blancos, tal como lo habían precedido los oráculos. Ordenó no resistir los designios de los dioses, pidiendo más bien obediencia a sus mensajeros”.(64)

b) La marginalización y virtual erradicación de las creencias religiosas del indio se hicieron a toda costa y a todo costo, desde el comienzo de la Conquista, con el propósito de imponer la religión católica y así establecer la autoridad espiritual y moral de la Iglesia. Sin embargo la catequización se hizo en forma parcial e incompleta, con la confusión espiritual y moral resultante:

La mentalidad de los indígenas no estaba en condiciones de entender las concepciones demasiado elevadas para su espíritu que se les predicaba y asimilaba superficialmente las enseñanzas de los misioneros. No comprendía la profundidad de los dogmas cristianos ni la magnificencia de sus mandamientos. Se quedaba en la exterioridad de los ritos y de las ceremonias.(65)

c) La injusticia de que es víctima el indio boliviano, el indio americano, se destila de las páginas de las novelas de Alcides Arguedas, Jorge Icaza, José Eustasio Rivera, Ciro Alegría, y otros narradores anteriores como Clorinda Matto de Turner, según dijimos. En realidad, es precisamente la obvia falta de justicia que impulsa la pluma de estos literatos. Arguedas hace hablar así a unos de sus personajes indios:

Somos para ellos [los patrones] menos que bestias. El más humilde de los mestizos o el más canalla, se cree infinitamente superior a los mejores de nuestra casta ... Y así, maltratados y sentidos nos hacemos viejos y nos morimos llevando una herida viva en el corazón ¿Cuándo nos ha de acabar esta desgracia? ¿Cómo hemos de librarnos de nuestros verdugos?(66)

d) Haber perdido los líderes espirituales y políticos que educaban, formaban y administraban la juventud, la colectividad indígena, sobre todo por medio de la tradición oral, coartó de cuajo la delicada continuidad de una historia, de la leyenda, del ensueño, de la capacidad de admirar a los héroes, de la capacidad de seguir sus ejemplos y pautas morales, y, en consecuencia, redujo a la nada la capacidad de idealización auténtica del indio: “Aquí, formando rueda, danzan los sicuris ... Allá, los phusipayas, encorvados sobre sus flautas enormes y gruesas, lanzan notas bajas, hondas patéticas, en que parece exhalarse la cruel pesadumbre de la raza”.(67)

e) La humillación sufrida por el indio al contemplar la violación de sus mujeres sin poder defenderlas se incluye en Raza de bronce: “Wata-Wara de un salto púsose de pie y probó desasirse para huir; pero Pantoja la tenía cogida con la fijeza de un dogo de lucha. La india prorrumpió en estridente alarido, mas al punto cayó sobre su boca la pesada y gruesa mano de Ocampo”.(68)

La reacción de Agiali, esposo de la víctima, es humana cuando descubre el cadáver de su esposa:

“Él sabe que la han asesinado los patrones”.(69) He ahí al indio Choquehuanka hablando en nombre de su estirpe: “Ustedes me han reprochado de encubridor y de tímido, y es porque no quería sacrificarlos: pero recién veo que para nosotros no puede haber sino un camino: matar o morir”.(70) y el ofendido esposo: “Agiali apenas oía. Abrumado de dolor, sediento de venganza, únicamente anhelaba hallarse junto a su muerta y correr después, aunque fuera solo, a cobrar de los patrones la deuda de sangre”.(71) Poco después y cuando la rebelión venía tomando cuerpo surge el derrotismo de Choquehuanka “.... pero luego he visto que siempre quedarían soldados, armas y jueces para perseguirnos con rigor, implacablemente, porque alegarían que se defienden y que es lucha de razas la que justifica sus medidas de sangre y odio”.(72) La historia de humillación se repite, el resultado es el fracaso. Injusticia y castigo no se hacen esperar, y “la cosecha de mujeres” nunca se acaba para el no indio desde el siglo dieciséis.

f) El nepantilismo o la humillación del varón ha debido de ser dolorosa mente profunda al percatarse de que la india prefiere hijos mestizos para asegurar el futuro de su descendencia: “Las indias no dudaron en traicionar a sus parientes y paisanos para proteger a los españoles, que se habían convertido en sus nuevos amos y en los padres de su descendencia mestiza”.(73)

64. Willíam H. Prescott, The Conquest of Peru (New York: Mentor, 1961), p. 205. La traducción es mía.

65. Guillermo Francovich, La filosofía en Bolivia (La Paz: Ed. Juventud, 1966), p. 16.

66. Raza de bronce, p. 243.

67. Raza de bronce, p. 176.

68. Raza de bronce, p. 225.

69. Raza de bronce, p. 46.

70. Raza de bronce, p. 231.

71. Raza de bronce, p. 240.

73. Ricardo Herren, La conquista erótica de las Indias (Barcelona: Planeta, 1991), p. 129.

Continuará

Para tus amigos: