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Domingo 17 de agosto de 2014

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Revista Dominical

La increíble trayectoria de una billetera

17 ago 2014

Fuente: LA PATRIA

Por: Vicente González Aramayo Zuleta

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Hay cosas en este mundo tan inverosímiles que cuesta aceptarlas, rebasan muchas veces la realidad. Existen aspectos que no se pueden divulgar cuando son casi inenarrables por no quedar hiperbólico o mentiroso. Por ejemplo, el cine, arte que puede engullir las mayores fantasías a veces y diversos géneros o temáticas, no obstante hay películas logradas por cineastas serios bajo el rigor de absoluto realismo. El famoso Jorge Eguino, filmaba la escena de una de sus películas, pero comenzó a llover tenuemente, se refugiaron en una tienda a tomar café. Cuando escampó, vieron dos hermosos arcoíris cruzados. Sus ayudantes entusiasmados le sugirieron que era una oportunidad para que ese hermoso fenómeno entrara en el filme. Eguino rechazó, porque hubiera parecido un truco forzado, inverosímil, y el cine debe ser verosímil, por lo menos esa película. Así lo contaron. Para mí no hay mejor mentiroso en materia de cine que Hollywood.

Con ese necesario preámbulo pasaré a lo de la billetera: Mis padres vivieron casi siempre en centros mineros por motivos de trabajo de mi padre. De niño fui a la escuela primaria en Tupiza, mientras mis progenitores vivían en la finca Santa Rosa de Suipacha de Roberto González Aramayo. Después y, ya para colegio secundario al Saracho de Oruro, cuando mi padre era agente de la firma argentina Gutman, proveedora de carne vacuna a la pulpería de la Bolivian Tin And Tungsten Mines Co. En Huanuni, que con Kami constituían el segundo grupo de las empresas de Simón I. Patiño. Trabajaba conjuntamente con un señor de nombre Porfirio Peredo. Ulteriormente mi padre fue a Telamayu, en la Empresa Minera Quechisla de la Cía. Aramayo de Mines en Bolivie. Esta vez fui enviado a Potosí, al colegio centenario De Pichincha, uno de cuatro notables colegios fundados por el Mariscal Sucre, entre ellos el Bolívar de Oruro. Recién conocí la Villa de Potosí, y a mi familia. Toda mi ascendencia potosina, por ambos progenitores. Mas, yo nací en Huanuni, cuando mi padre prestaba servicios a la empresa minera en su primera ocasión. En Potosí lo primero que me sucedió fue admirarme de su estructura física, los remanentes coloniales, sus construcciones, sus templos en que predominaban del barroco churrigueresco. Su historia, sus leyendas, sus crónicas. Era realmente una ciudad de gran estipe y señorío. Si nos remontamos al siglo XVII encontramos su verdadera esencia. Esta vez sólo vi esos remanentes históricos. El Cerro Rico, prodigioso como siempre, le ofrecía la riqueza a otro de los tres magnates del estaño: al judío Hochschild. Pensé en algún momento como aquel antiguo sabio griego: “¿…Cuándo terminaré de admirarme para comenzar a instruirme?” Aprendí entonces conocimiento de la obra cultural de los hombres que hubieron pasado por la Villa. Comencé también mis primeros pasos en literatura, sin dejar de estudiar y dibujar. Ejercía en mí una fascinación muy singular dibujar los templos o ilustrar alguna de las crónicas del libro de Omiste en forma de historieta, tratando de no descuidar mis estudios que iban en consonancia con la mirada de vigilante de tío Guillermo que era mi apoderado y de mi hermana Rosario.

En agosto de 1949 el MNR intentó un golpe de Estado con proyecciones de revolución; bajo su arremetida tomó las ciudades, excepto La Paz. Gobernaba constitucionalmente el vicepresidente Urriolagoitia. En un golpe incruento, y mediante una habilidad política, había sustituido al presidente Hertzog y recluido en una clínica de reposo en Irupana. Hertzog era médico y poco político. La tensa situación en el país le causó crisis nerviosa. En mayo se produjeron cruentos acontecimientos en Catavi. Urriolagoitia envió regimientos y los trabajadores mineros llevaron la peor parte. En agosto el MNR intentó un golpe de estado con propósitos revolucionarios, sus comandos tomaron las ciudades, excepto La Paz, error garrafal, la situación se agravó mostrando la fisonomía de guerra civil. Urriolagoitia se jactaba de haber dispuesto acciones drásticas y movió el ejército a todos los distritos y bombardeó los aeropuertos. Después de un corto y sangriento período, todo terminó. Hubo incluso fusilamientos, como aquellos que habían resistido a los regimientos en la Alcaldía de Potosí, el 5 de Agosto de l949, por tres días y noches. Fueron abatidos a tiros, estando ya rendidos, en la misma acera del Palacio Consistorial.

La historia de esa breve guerra civil la escribí ilustrada con gráficos y me sorprendió sobremanera cuando la universidad Tomás Frías se interesó por mi obra y me la compró. Tardaron algunos meses en pagarme. Pasaba tercer curso de secundaria y por las noches escultura en la misma universidad con el profesor Ricardo Bohórquez Ramírez. En enero de l951 recibí mi cheque de Bs. 5.000 y una copia del contrato, de manos del famoso historiador José Enrique Viaña, Director de Extensión Universitaria. Recuerdo que me dijo: “Felicidades, que no se te suban los humos… sigue adelante…” experimenté una de las más grandes felicidades, no tanto por el dinero, como por el primer libro vendido. Debía publicarse, pero no sucedió así. Luego al radicar en Oruro, ya no supe más. El dinero gasté en parte en muchas cosas, sobretodo dándole el gusto al cuerpo con algunas otras motivaciones que no faltan, ante todo cuando llega tanto dinero a un joven como lo era por entonces. Como se aproximaban los carnavales de l951. Una mañana me escurrí de la casa de mi tío Guillermo. Me embarqué en el tren conjuntamente con un amigo. Luis Olmos, pasamos Oruro, llegamos a Cochabamba, nos hospedamos en un buen hotel y… a divertirnos- Hicieron el mismo trayecto los integrantes de la orquesta “El Cóndor”, conformada por José Sandy, José Baldivieso, Humberto Iporre Salinas y José Sánchez, personajes notables de la sociedad potosina. Eran dos violines, un piano y un contrabajo. Siempre fueron requeridos para fiestas de todas partes. En aquellos carnavales nos divertimos en grande, asistimos a algunas fiestas, sobre todo acudimos a lugares de buena comida, La última noche en Cochabamba fuimos al cine Víctor. Al salir y, llegando ya al hotel advertí que ya no tenía en mi poder mi billetera, todavía con bastante dinero. Nos desesperamos, pero afortunadamente el hotel habíamos pagado hasta esa noche. Nos pareció haber dormido apresurados, nos levantamos y reuniendo nuestros pocos pesos que quedaban en los bolsillos sirvieron para comprar pasajes en segunda clase hasta Oruro, en una noche de intensa lluvia, me alojó y me regaló algunos pesos tía Ida, hermana de mi madre. Al día siguiente, 10 de Febrero, aniversario de Oruro, hacía un sol radiante. En la plaza me enteré que había llegado el presidente Urriolagoitia y se hallaba en el Tedeum en la Catedral. La plaza estaba llena. De pronto cruzaron dos aviones AT6, de la escolta del presidente. Uno bajó, se remontó, pero el segundo ya no pudo y se estrelló en el edificio de la acera Adolfo Mier de la plaza. El piloto era el joven Oscar Peralta Soruco, estaba muerto. Urriolagoitia pronunció un discurso desde el balcón de la prefectura. Recuerdo prometió que Oruro sería la capital industrial de Bolivia. Faltaban sólo cinco meses para que huyera del país.

En la noche me embarqué a Potosí. Mi tío se puso furioso y me internó en el colegio. El colegio De Pichincha tenía un internado, se hallaba regido por un joven de carácter fuerte, era el Prof. Humberto Zuna Rico, que vive hoy en Oruro.

Al acto de defenestración (arrojado virtualmente por la ventana) que hizo Urriolagoitia con el presidente Enrique Hertzog lo habían llamado “mamertazo, pero cuando en l951, convocó a elecciones, que no ganó Gozálvez, del PURS como esperaba, sino la fórmula del MNR, tuvo que dejar el poder en manos de un junta militar presidida por Hugo Ballivián, para no entregar el poder al vencedor y huir, podría esto llamarse también con mayor razón “segundo mamertazo”.

Estando ya en el internado, donde viví amargado unos meses, cierto día se presentó tío Guillermo fue para decirme que me buscarme el señor Rogelio Morales, presidente del Club Internacional. Me dijo: “Así que tú eres el joven Vicente…yo conocí a tu abuelo, el viejo Vicente González Aramayo, jo...jo...jo, pero dime: ¿Qué has perdido en Cochabamba?... No supe a qué se refería, pero quedé totalmente abrumado cuando me mostró mi billetera perdida en Cochabamba… ¡No podía creer!... me entregó, conforme, todo. Me contó rápidamente sobre la trayectoria de mi billetera. La había encontrado en el cine Víctor la hija del Dr. Palmero, distinguido médico potosino. La copia del contrato de mi libro vendido que tuve la fortuna de poner también en la billetera sirvió de referencia. Además, otra gran casualidad: Don José Sandy, don José Baldivieso y don Humberto Iporre Salinas, señores de alta prosapia y calidad humana, visitaban ese día al Dr. Palmero. De modo que les entregó mi billetera a ellos, para que la llevasen a Potosí y ellos a don Rogelio Morales.

Tal fue la trayectoria curiosa de mi billetera.

Fuente: LA PATRIA
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