Parecería sencillo tratar el tema de la provisión de alimentos en el país, tomando en cuenta un slogan político que pegó fuerte en un reciente periodo en el que se garantizaba la seguridad alimentaria, pero haciendo énfasis en que el proceso debía responder a establecer la soberanía alimentaria.
Por las cifras que divulgan organizaciones como el Instituto Nacional de Estadísticas INE, el Ministerio de Economía o el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) se establece que se ha producido un cambio interesante en lo que corresponde a la superficie cultivada en nuestro territorio, especialmente del oriente, para la producción de alimentos básicos y lo que corresponde a los de orden industrial.
Hace 20 años atrás se tomaba en cuenta un 91 % de superficie cultivada en nuestro país y destinada especialmente a la producción de alimentos básicos, el resto realmente insignificante servía a cultivos de orden industrial.
En la actualidad por datos contenidos en un estudio de la Fundación Tierra y recogidos por la cientista Lourdes Montero, resulta que el 48 por ciento de tierra corresponde a cultivos industriales y el 52 por ciento restante a producir alimentos básicos. Hay una transformación excepcionalmente interesante en el comportamiento de los agricultores tradicionales, campesinos tanto de oriente como occidente.
Lo que llama la atención es que en un periodo de siete años, por razones de variado orden – en su tiempo – llámense efectos naturales, caso de sequías o las inundaciones la importación de alimentos se elevó en montos desde un registro de 217 millones a más de 655 millones de dólares, el triple de asignación para el rubro, de acuerdo al INE.
Al analizar el tema se reconoce un estado de permanente déficit, por ejemplo en el caso del trigo, producción nacional que no ha podido, ni puede todavía cubrir la demanda interna, por lo mismo este insumo básico para la alimentación familiar se importa desde EE.UU. o de la Argentina, cubriéndose así el abastecimiento requerido por las molineras para provisión de harina, elemento imprescindible para la elaboración del pan nuestro de cada día.
Sin embargo, los analistas de la situación coinciden al señalar que por ciertas temporadas se hace necesaria la importación por ejemplo de arroz, maíz, azúcar en cierta cantidad, hasta nivelar el abastecimiento regular, de estos alimentos sin afectar el volumen de cosechas y reservas.
Es evidente que en el país es incipiente la producción de una variedad de alimentos, productos que son importados oficialmente para cubrir la demanda principalmente de supermercados en el caso de ciudades del eje central, en tanto que vía contrabando se surte a los centros comunes de abasto en el país, pero incluso se da el caso de comprar papa, verduras y frutas en mercados vecinos como el Perú, Chile o Argentina.
Este fenómeno que ciertamente no es nuevo, hace ver que faltan políticas de previsión e incentivos a medianos agricultores que necesitan de apoyo directo para encarar su producción, mejorarla e incrementarla evitando la competencia que representa la importación masiva de ciertos alimentos, caso del arroz, azúcar, café, oleaginosas y en el rubro ganadero, la carne.
Hay necesidad de hacer un análisis profundo sobre las causas de este problema que tiene que ver no sólo con la seguridad alimentaria, sino más bien con la soberanía alimentaria, evitando la migración campo ciudad garantizando la dotación de insumos para la producción de alimentos básicos.
Fuente: LA PATRIA
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