El mes de agosto tiene particular importancia para la Iglesia Católica en todo el mundo por celebrarse el día 15, la fiesta de la Asunción, con un significado teológico complementario a la fiesta de la Ascensión de Jesús el Salvador. La Virgen María deja la condición mortal de los seres humanos para compartir una vida gloriosa con Jesús a la espera de las bodas apocalípticas (Ap 22, 17). Pero no se trata de desentenderse de las alegrías y penas del pueblo cristiano que, juntamente con toda la humanidad, gime y sufre como con dolores de parto (Rm 8, 22).
María señala el camino escarpado hacia Jesús para evitar que el hombre se desvíe por las tentaciones del maligno que le ciegan y le impiden aspirar a la felicidad eterna. Varias advocaciones de la Virgen María muestran diversos aspectos de esa misión que Ella ha recibido de su Hijo, aunque a veces no se llegue a comprender plenamente su significado.
En Bolivia la advocación Virgen de “Urcupiña” ha pasado a ser juntamente, con la de “Copacabana”, una de las más celebradas, aunque su origen sigue siendo un tanto nebuloso. Según una leyenda popular muy divulgada la Virgen se apareció a una pastorcita del lugar en un cerro cercano a Quillacollo, pero el relato no indica ningún dato sobre quiénes son sus protagonistas ni cuándo sucedió.
Este relato puede ser completado por otro, expuesto por el historiador boliviano, Marcelo Arduz Ruiz, gran devoto de la Virgen de Copacabana, quien relaciona las dos advocaciones y aclara su similitud iconográfica. Presenta al indio peruano Sebastián Martín, más conocido como Quimichu, el “portador” en quechua antiguo, quien en los últimos años del siglo XVI sufrió una terrible infección y fue curado milagrosamente por la Virgen en Copacabana.
En agradecimiento Quimichu peregrinó por el Alto Perú, actual altiplano de Bolivia, cargando en hombros una réplica de la Virgen de Copacabana, realizada por su mismo autor, Tito Yupanqui, tocando himnos marianos con una especie de quena y recaudando dinero para construir en Cocharcas (diócesis de Abancay) un templo dedicado a la Virgen. Quimichu llegó a las cercanías de Cochabamba y se hospedó en un convento de los agustinos, pero al poco tiempo falleció. Sus allegados vinieron del Perú para llevar sus restos mortales con las limosnas recogidas con las que se edificó el anhelado templo en Cocharcas, donde se venera a la Virgen bajo esa nueva advocación.
La imagen de la Virgen de Copacabana que llevaba Quimichu permaneció en el convento agustino, pero a veces desaparecía y se aparecía en el cerro aledaño de Cota a unos pastorcitos, quienes refirieron a los monjes que Ella “ya está en el cerro” (en lengua quechua “Urkupiña”). Algunas personas acudieron al lugar y alcanzaron a ver también la silueta de la Mujer que estaba con los pastorcitos.
De aquí surgió la devoción a la Virgen de Urcupiña por parte de los pobladores del cerro de Cota, cercano a un llano cenagoso que con el tiempo se fue secando y poblando hasta pasar a ser la actual ciudad de Quillacollo. Aquí se construyó en honor de la Virgen de Urkupiña una pequeña iglesia que, ya avanzado el siglo XX y gracias a la tenacidad de su párroco, Mons. Francisco Cano y al apoyo de los quillacolleños, fue sustituida por un hermoso templo, donde actualmente se venera la imagen de la Virgen de Urkupiña.
Su fiesta ha crecido enormemente durante la segunda mitad del siglo pasado hasta llegar a ser hoy la más importante en Bolivia en cuanto al número de visitantes y peregrinos durante el mes de agosto. El Gobierno boliviano la ha declarado fiesta de la Integración Nacional. Cientos de miles de fieles, nacionales y extranjeros, peregrinan hasta el cerro sagrado. Algunos son turistas curiosos, pero muchos acuden movidos por su fe, sacrificándose en largas horas de peregrinación, como rito penitencial en el que solicitan la clemencia divina a través de la Virgen María, Madre de la misericordia.
La advocación religiosa “en el cerro” es ya antigua en la religión cristiana y tiene raíces bíblicas. La Virgen del Carmen representa la victoria de Elìas, quien proclamó en el monte Carmelo a Yahveh, el verdadero Dios, derrotando a los sacerdotes de los Baales. En Latinoamérica en tiempos coloniales la catequesis se hacía muchas veces a través de pinturas. Una de ellas, conservada en la Casa de la Moneda en Potosí, muestra a la Virgen, enmarcada dentro del Cerro Rico con las manos abiertas, adorando a la Santísima Trinidad y mostrando el camino para llegar a Dios. De esta manera los misioneros cristianizaban el culto a la Pachamama, presentando en su lugar a María como el verdadero monte que lleva hacia Cristo Jesús.
En la fiesta de Urkupiña la peregrinación al cerro de Cota, donde en tiempos pasados se practicaban ritos idolátricos, encierra el significado religioso profundo de romper con los ídolos, dejar la vida de pecado y, acompañados de María, ponerse en marcha a la búsqueda de Jesús, el Hijo del Dios vivo que nos da su Espíritu de Santidad, Sabiduría y Bondad. Ojalá pueda construirse allí el anhelado santuario que acoja a los peregrinos y sea durante todo el año un lugar de oración y bendición para ayudar a los devotos a resistir contra las tentaciones ateas, materialistas y hedonistas que tratan de ahogar la fe cristiana. La Virgen acoge a todos los peregrinos como hijos suyos, pero a condición de que seamos hermanos solidarios especialmente de los pobres y necesitados. De esta manera la Virgen María nos invita a que seamos reconocidos como miembros de la Familia Trinitaria.
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