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Domingo 10 de agosto de 2014

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Revista Dominical

Hace 50 años supuesta provocación empujó a EE.UU. a guerra en Vietnam

10 ago 2014

Por: Jorge A. Bañales - Periodista de EFE

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El Congreso estadounidense aprobaba un día como hoy (7 de agosto), hace 50 años, la llamada resolución del Golfo de Tonkín que autorizó al presidente Lyndon B. Johnson -sin declaración de guerra- a responder a una supuesta provocación vietnamita y metió a EE.UU. en un conflicto bélico de diez años que fue incapaz de ganar.

La decisión, apoyada por 416 miembros de la Cámara de Representantes sin votos en contra, y por 88 senadores con dos en contra, acentuó el debate sobre las atribuciones del presidente de Estados Unidos para ir a la guerra y las que la Constitución asigna al Congreso para iniciarla.

La última vez que EE.UU. cumplió con el trámite de declarar la guerra fue en diciembre de 1941, después del ataque japonés contra Pearl Harbor que involucró al país en la II Guerra Mundial.

La intervención estadounidense en Vietnam había comenzado ya en 1950 cuando Indochina era todavía colonia francesa y el mundo transitaba por los primeros años de la contienda global entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Para cuando los vietnamitas derrotaron a Francia en 1954, Estados Unidos había suministrado más de 300.000 armas pequeñas y había invertido 1.000 millones de dólares para cubrir el 80 por ciento del coste de la campaña francesa.

Tras la división de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, Washington incrementó gradualmente el número de sus “asesores militares”, no involucrados directamente en la lucha contra el Vietcong comunista, que colaboraban con el régimen de Saigón.

A fin de agosto de 1964 varias embarcaciones de Vietnam del Sur atacaron la isla norvietnamita de Hon Me, y pocos días después hubo un intercambio de disparos entre lanchas torpederas de Vietnam del Norte y el “Maddox”, una nave de reconocimiento de EE.UU. en el golfo de Tonkín.

El incidente fue confuso, pero el presidente Johnson lo presentó al Congreso y a la opinión pública como una agresión norvietnamita. El entonces jefe del Pentágono, Robert McNamara, declaró: “No podemos, como nación, quedarnos sentados y dejar que nos ataquen en alta mar sin que paguen las consecuencias”.

El incidente del Golfo de Tonkín se ajusta a la noción de los estadounidenses de que su país sólo va a la guerra cuando lo provocan. Es el patrón del estallido del buque “Maine” en el puerto de La Habana, que llevó a la guerra contra España; el hundimiento de buques mercantes estadounidenses por parte de los alemanes en la I Guerra Mundial, y, por supuesto, el ataque japonés a Pearl Harbor.

En marzo de 1965 desembarcaron en Da Nang 3.500 infantes de Marina, la vanguardia de un despliegue que llegaría a 540.000 soldados hacia diciembre de 1968.

Las consecuencias de la resolución del Golfo de Tonkín son cicatrices todavía no cerradas en Estados Unidos: una generación que perdió a más de 58.200 jóvenes, muertos, y más de 303.000 heridos, y cientos de miles de excombatientes que retornaron para encontrarse con el repudio de una nación no acostumbrada a la derrota.

En 1973, cuando se completaba la retirada de las últimas tropas estadounidenses en Vietnam -aunque Washington mantuvo el apoyo aéreo y pertrechó al ejército survietnamita durante casi dos años más- el Congreso aprobó una Ley de Poderes de Guerra que, desde entonces, ha pretendido frenar los ímpetus belicosos de la Casa Blanca.

A diferencia del consenso que parió la resolución del golfo de Tonkín en 1964, la ley de 1973 pasó con 244 votos a favor y 170 en contra, y en el Senado con 75 votos a favor y 20 en contra. Un reflejo más de las profundas divisiones que la guerra de Vietnam causó en el panorama político estadounidense.

Con ley o sin ella, desde 1973 el Gobierno de EE.UU. ha comprometido tropas de combate sin pedirle permiso al Congreso en Camboya, Angola, Irán, Libia, El Salvador, Nicaragua, Líbano, Granada, Honduras, Filipinas, Panamá, Liberia, Somalia, Yugoslavia, Albania, Sudan y Colombia.

En 1990 y 1991 el presidente George H.W. Bush informó regularmente al Congreso sobre el envío de tropas al Golfo Pérsico, pero tomó la posición de que no necesitaba autorización de los legisladores para cumplir con las resoluciones de las Naciones Unidas bajo las cuales los estados miembros podían usar “todos los medios necesarios” para expulsar a los invasores iraquíes de Kuwait.

En 2001 el Congreso autorizó al presidente George W. Bush el “uso de todos los medios necesarios contra países, organizaciones o personas” involucradas en los ataques terroristas del 11 de septiembre, y bajo esa resolución Estados Unidos invadió Afganistán, de donde todavía no ha salido.

En octubre de 2002 el Congreso, otra vez profundamente dividido, aprobó una resolución que dio al presidente Bush la autorización para el uso de la fuerza contra Irak por la supuesta existencia en ese país de armas atómicas, biológicas y químicas, y la supuesta complicidad de Bagdad con Al Qaeda.

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