La cadena productiva desorientada, se hace lo que importa hoy políticamente. Todos los yacimientos minerales y posibles depósitos visualizan lo que necesitan otros, lo demás son para el desecho, son “minerales no útiles”.
El despilfarro es inimaginable. La generación de valor agregado resulta riesgosa, por falta de un conocimiento de lo significa la formación de minerales y sus ambientes geológicos, por tanto, el cuidado del medio ambiente más es un criterio político, que técnico científico.
LA MINERÍA BOLIVIANA Y LAS
NECESIDADES DE LA SOCIEDAD
Según las Constitución Política del Estado, todo boliviano es propietario de la Tierra, en este caso de los recursos naturales minerales. El Estado es el encargado de su administración. Cómo los administra, está descrito líneas arriba, entonces, ¿qué recibe el ciudadano boliviano como retribución?, se dirá: los valores retenidos, que va a los gastos públicos y trabajo para unos cuantos que están en las empresas mineras productivas, ¿y los demás?, que se dediquen, a lo que el mercado legal e ilegal les ofrece.
Pero si además, los bancos privados y estatales administran sus ahorros (capital), no será posible brindarles diferentes tipos de emprendimientos con los propios productos mineros (materias primas), que en una integración con los demás sectores productivos se pueda generar una relación empresa – sociedad, con permanente demanda derivada y posibilidades de introducir valor añadido a todas nuestras materias primas?, ¿No será esta la base de la producción de riqueza y bienestar social y económico de nuestros ciudadanos?
Actualmente ninguna de las empresas productivas mineras se relaciona con las necesidades básicas de nuestras familias.
RECURSOS FINANCIEROS PARA EL DESARROLLO DE LA MINERÍA: UN AUTOENGAÑO
Está claro en las estadísticas de las finanzas nacionales, que la contribución de la actividad minera siempre fue importante, con bajas (menores a 500 millones de dólares) y altas (superiores a los 3.000 millones de dólares). Así como está funcionando, constituye un negocio, considero que todos diremos sí.
Y si el Estado boliviano apostaría por una minería integral, para el consumo interno y porqué no, para las exportaciones, el negocio sería mejor, desde luego. Si al consumo interno se le da un valor agregado integrado y se relaciona a otros sectores productivos, se generará empleo, riqueza, bienestar y lo más importante, nuestros cerebros comenzarán a funcionar.
¿Hoy cuánto se invierte, se dirá algo, pero para qué?, si con el mapa geológico no se sabe por qué lado empezar; quién define esto, naturalmente una visión estatal, las políticas estatales, por tanto, así como están las cosas, seguir financiando es un autoengaño, pero al contrario, si se ve como un proyecto nacional productivo, vale la pena.
LA CULTURA BOLIVIANA DEL
MODELO EXTRACTIVISTA
Pese a todas las recomendaciones llevadas a cabo, por el mundo académico a la dirigencia política, para encarar nuevas y progresistas políticas de minería, tendientes a la utilización de los recursos metálicos y no metálicos, en beneficio de la sociedad en su conjunto, nuestro país ha avanzado muy poco, fundamentalmente, en la forma de encarar la minería.
Según los datos estadísticos, los problemas de la minería siguen siendo los mismos de siempre desde la colonia, no es un patrón de desarrollo sistemático y simultaneo con los diversos sectores productivos, continúa concentrado en enclaves de productos específicos, obedece a la demanda foránea, lo que conlleva, a profundas consecuencias en el desarrllo de los pensamientos lógicos, es decir, la sociedad se convierte en ajena a su propia naturaleza, entonces no solo se confronta una dependencia política y económica de nuestros consumidores, sino se confronta una dependencia del conocimiento.
Si a todo esto sumamos los problemas de gestión administrativa que tiene el Estado, está claro, que nos encontramos ante una crisis de concepción de nuestros recursos naturales, agudizada por una crisis estructural y funcional de la “minería” extractivista, que es parte de la crisis del desarrollo de nuestro país.
Pero lo más preocupante de esta crisis, es que se ha generado en la población boliviana e inclusive en los recursos humanos del sector minero, una cultura enraizada desde la colonia, que esta manifiesta en determinados comportamientos regulares y sistemáticos que han hecho un hábito y costumbre en su pensamiento y accionar ligado al “modelo extractivista”.
El extractivismo se convierte en una ideo logía del pensamiento sobre la minería, que entiende que esta actividad es un problema individual y no social, que cualquier persona o colectivo de personas puede acceder al extractivismo para ser “rico” obteniendo y vendiendo al mercado “margina el conocimiento del objeto útil y la utilidad social” (es utilitario), el profesional y trabajador mineros piensan cómo extraer el producto, sin saber a quién le va a servir, inclusive quizá, no saben qué se hace con él, entonces el sujeto pierde su propia autonomía de lo que hace y en el caso
del profesional su verdadero rol y como esta actividad no es sencilla, todo se trasfiere a las élites profesionales y a la alta tecnología.
Hay que preparar el producto con mayor cuidado para los consumidores extranjeros. Se debe extraer para vender, diversificar es complicarse, para que más conocimiento si el conocimiento está afuera.
Esta forma de pensar también es propia, de cualquier ciudadano y cualquier actividad, en ninguna se intenta valor agregado, lógico, porque se necesita incremento de conocimiento; donde se encuentre algo, rápidamente con el mismo, quiere enriquecerse; el ciudadano común quiere un trabajo, donde exista el menor trabajo, el menor esfuerzo; claro, si esto es así, somos presa de este modelo, los conocimientos pierden valor.
Es posible que el sacrificio sin medida, sin justa recompensa, sin esperanza, sin resultados esperados, nos hubiese conducido a un peregrinaje de devoción religiosa, hasta lograr la convergencia de la diosa de la candelaria (búsqueda de luz) y el Carnaval (búsqueda de la alegría).
LA EDUCACIÓN AL SERVICIO
DEL DESARROLLO DE LA POBREZA
La educación debe ser formación para el desarrollo, es un mecanismo fundamental para éste, pero para el desarrollo de una sociedad organizada. La orientación extractivista minera, que se le dio y se da a la naturaleza, como eje central de desarrollo, fue la que determinó nuestro sistema educativo. Así como nuestro modelo de desarrollo es desarticulado entre las actividades y las mismas desarticuladas de la sociedad, así es el modelo de desarrollo educativo. El objeto de enseñanza es fragmentado, aislado; el profesor imparte verdades acabadas, ve la realidad estática, ajena a la nuestra, la teoría sin relación con la práctica, etc.; finalmente, el profesor evalúa por resultado, por ejercicios reproductivos. La enseñanza está después del desarrollo.
Entonces, se ve las manifestaciones y no la causa esencial, por tanto, ¿la solución pasa por leyes educativas?, ¿qué paradójico, verdad? No es problema de perfeccionar las actitudes y aptitudes sin ningún sentido; el niño, el joven necesitan mediadores (acciones ordenadas, diversificadas) que guíen sus motivaciones en el desarrollo de sus capacidades cognitivas. La enseñanza debe adelantarse al desarrollo y no al revés, debe estar contextualizada, el hombre es un ser histórico, la interacción social convierte al alumno en activo y no la autoridad y el dominio del profesor; el alumno construye su aprendizaje a partir del “estímulo” del medio social.
Como podemos deducir la educación en Bolivia está exactamente confeccionada para ser pobres. Sus objetivos y su estructura y funcionalidad obedecen al modelo extractivista de desarrollo. La formación de los recursos humanos ligados a la minería de Oruro, Potosí y La Paz, así como los centros de investigación geológica, minera y metalúrgica, corresponden al siglo pasado y se encuentran en la línea mencionada.
Fuente: LA PATRIA
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