Sus fuentes del oro fueron la región de Chuquiago (La Paz) al margen de Carabaya (Peru) y Villcabamba (Ecuador) y de la Plata: Potosí, Porco, Oruro, San Antonio del Nuevo Mundo y otras. Las formas de trabajo y explotación fueron de enormes sacrificios humanos, desarrolladas en Europa. Se desplegaron vías de transporte a fuerza de animales masivos, cobrando un importante desarrollo los puertos del Río de la Plata y Arica, Callao y poblaciones intermedias.
Su característica principal, atender las demandas de la Corona Española; se consolida el modelo extractivista. La demanda de nuestros minerales preciosos, se utilizó para la implantación de la cultura española en sus diferentes expresiones, que no siempre servía de ejemplo para el resto de Europa.
El período desde el nacimiento de Bolivia hasta nuestros días, no es distinto en esencia. El extractivismo continúa, se incorporan otros metales como el cobre, el plomo, zinc, estaño, posteriormente el wólfram, antimonio y otros, que básicamente sirvieron para mejorar determinados materiales en aleación. Las nuevas culturas nacientes, fruto de la mezcla, así como también los indígenas, sin duda heredaron los hábitos y costumbres coloniales.
Las actividades productivas centralmente fueron las de siempre: la “minería” extractivista, sostén de la economía boliviana, sin sentido de desarrollo nacional. Las demás actividades productivas incipientes estaban a su servicio; al presente se puede distinguir, dos fases en su desarrollo, siempre cubriendo las demandas externas.
La primera, de la Revolución Industrial (mitad del siglo XIX hasta la mitad del s. XX), Europa demandaba una masiva producción de estaño, plomo, zinc, cobre, oro, plata, antimonio y otros metálicos, para la producción intensa de máquinas, herramientas, motores, combustibles, armas, conductores eléctricos, conservantes de alimentos, medios de transporte, etc.
A cambio, Bolivia recibía dinero en divisas extranjeras, por el valor retenido, cuando la explotación estaba a cargo de empresas privadas y valor retenido más ganancias, cuanto fue una corporación estatal. Al igual que España, Bolivia utilizó para los gastos urgentes del Estado y muy poco para la inversión en un proyecto nacional.
La segunda, marcada por la Revolución Tecnológica en el campo de la electrónica, informática, biotecnología, materiales sintéticos, etc. (desde mediados del s. XX hasta hoy), marcaron, como no podía ser de otra manera, un cambio trascendental en la demanda de las materias primas tradicionales. Bolivia, fruto de esta transición, en los años ochenta enfrenta una crisis sin precedentes en la producción de materias primas metálicas.
Hoy se vislumbra una nueva fase de desarrollo minero, la incorporación de la India, China, Indonesia, Brasil, México y otros países emergentes, demandan como nunca, los metales tradicionales e incorporan otros: las tierras raras, el “coltán” (niobio y tantalio), indio, germanio, cadmio, litio, etc., etc., su origen radica, en la necesidad de la permanente innovación tecnológica, para la obtención de diversos materiales altamente sofisticados, para la fabricación de: equipos informáticos, medios de telecomunicación, instrumentos modernos de automóviles, etc.
Bolivia no está preparada para esta fase. La improvisación, el rentismo sin importar de dónde viene y por qué concepto, el gasto (¿inversión?) sin visión, son las constantes de la administración extractiva mineral actual.
FACTORES PARA EL DESARROLLO DE LA MINERÍA
Las relaciones de producción, establecidas como resultado del propio desarrollo social, determinan el sentido del aprovechamiento de los componentes de la naturaleza, en este caso los recursos minerales. La minería es un recurso para la vida, no es el objetivo de la vida.
La minería, inicialmente, no es un problema técnico, es estrictamente de carácter político (decisiones de su utilidad social en democracia, libertad, educación, prosperidad, etc.), en este marco, el problema de la minería necesita de un enfoque social y como tal, de las decisiones políticas.
Sellado su objetivo social, es decir, la obligación de ligar los recursos minerales de la naturaleza, como objetos de transformación, para satisfacer las necesidades sociales, pero al mismo tiempo, como objetos de trasformación del propio desarrollo del pensamiento (conocimiento) de la sociedad boliviana, que promueva la minería boliviana, como propósito general de aprovechar racionalmente las materias primas, que sea un instrumento de desarrollo nacional, una fuente generadora de riqueza, trabajo y reductora de las desigualdades sociales, que equilibre los índices de intercambio comercial con el resto del mundo, que incentive otras inversiones en otros sectores y cercenemos la alta dependencia económica y política de países compradores de nuestros recursos minerales.
Los factores condicionantes de este desarrollo son: Rol del Estado y cumplimiento de sus funciones administrativas eficientes, estructura técnica competitiva; formación educativa transformadora, diálogo gobierno – sociedad civil - empresas industrias mineras y finalmente, relación empresas industrias mineras y necesidades sociales.
LA MINERÍA BOLIVIANA Y LAS
NECESIDADES DE OTROS
El encuentro de las dos civilizaciones, es la inflexión del posible desarrollo armónico de la minería. Desde entonces se impone el extractivismo de los recursos minerales y la minería que nace y progresa a causa de las necesidades de materiales, relacionados integralmente con otras actividades productivas que requiere cada civilización, se trunca.
La minería desde entonces, es para el desarrollo de otras latitudes, es el extractivismo, entendida como la organización de la economía de nuestro país, basada en la alta dependencia de la extracción intensiva de recursos minerales, con muy poco procesamiento (valor agregado) y destinado su venta en el exterior. Primero, a España, después a Europa y EE.UU. y hoy fundamentalmente a Asia, es el destino de nuestros concentrados y metales. Ellos en desarrollo y nosotros en desarrollo cada día más de nuestra pobreza económica e intelectual.
Bolivia igual que España, acumulando riqueza monetaria, para el consumismo salvaje, de todos los productos transformados por los países en franco progreso diversificado; políticas de esta índole, no equivale a desarrollo, con estética, ética y moral acordes a nuestra cultura. Bolivia se convierte en un país vulnerable económica, política y socialmente. La minería extractivista boliviana esta secuestrada, está embargada, está comprometida con el desarrollo de otros mercados internacionales.
LAS NORMAS NACIONALES Y
LOS COMPROMISOS POLÍTICOS
Organismos internacionales, instituciones de investigaciones y desarrollo, académicos universitarios, profesionales y técnicos del sector, políticos progresistas, etc., realizan sendas recomendaciones para el desarrollo de nuestra minería, de forma integral y en función de las necesidades de la sociedad. Nada les conmueve a los políticos de turno.
De siempre se emiten códigos y leyes, que regulan esta actividad con características recurrentes: las políticas de corte liberal propugnan el beneficio inmediatista, con el menor valor retenido posible, las políticas de corte estatista, controlar “dizque” la propiedad de los recursos para los bolivianos, hoy para las “diferentes nacionalidades”, apropiándose del valor retenido y las ganancias; ninguna de ellas garantiza nuestro desarrollo interno, ambas cumplen solo con los compromisos externos; todos los códigos y leyes son para que ganen las empresas privadas y los países demandantes de nuestras materias primas minerales.
Hasta hoy, no vemos una visión nacional sobre la utilización de estos recursos, no vemos el sentido de aprovechamiento. Entiéndase bien, solo vale una nacionalización si estos recursos sirven para sus nacionales, o mejor dicho para sus plurinacionales de forma integral y diversificada, pero además, hay que comprender, que solo de esta forma, se desarrollará el pensamiento social.
LA GESTIÓN DE LA MINERÍA
Y SU REALIDAD
La administración de los recursos naturales y en este caso minerales, bajo distintos preceptos, está delegada al Estado. De siempre ha sido así, unos periodos con mayor celo propietario y otros con menos. Los gestores de la actividad, las empresas: pública y privadas, nacionales y extranjeras y hoy las cooperativas, dependiendo de los políticos de turno, unos tienen más privilegios que otros.
Las tres están tan segmentadas, a tal grado, que no existe una unidad de gestión, en base a algún indicador de necesidad social o económica. Las públicas y cooperativistas tienen una dependencia de un poder político perverso.
La organización del Estado en este rubro es obsoleta, las distribuciones financieras están listas para el cultivo de las burocracias. Proclaman que será eficiente, pero ¿para quién?, seguro para las necesidades externas, menos para la sociedad nacional. Todos los programas implementados hasta hoy resultan un fracaso.
Fuente: LA PATRIA
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