Abordado el tema palestino en mi artículo anterior, es necesario también atender la cuestión del genocidio a cristianos en los países islámicos, sin dejar de considerar que también se da por medios más sutiles e igualmente perversos en el resto del mundo. Para esto es necesario entender que el pacifismo se promueve casi exclusivamente en el Occidente Cristiano, ya que así se nos pone en una peligrosa situación de vulnerabilidad. El gobierno mundial necesita un rebaño manejable y así promueve especialmente en el mundo católico este pacifismo para que se acepte lo inaceptable y se haga concesiones con el mal y la mentira a fin de evitar la violencia. Pero una cosa es evitar las situaciones conflictivas, y otra es escapar a nuestra obligación ante cualquier agresión, esto es, repelerla. El padre A. Ezcurra al referirse al deber cristiano de la lucha enseñaba con respecto a poner la otra mejilla que podemos válidamente en un acto de humildad y templanza, no responder a un ataque, pero no podemos poner la otra mejilla de nuestra mujer, nuestros hijos, nuestra Patria, nuestro Dios o su Iglesia; e ilustra a los pacifistas como quienes con tal de salvar la vida pierden las razones para vivir.
El beato Cristero, José Sánchez del Río antes de morir en defensa de su patria y de Dios le dijo a su madre: “Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión”, dándonos a sus 13 años un ejemplo de valentía y entrega cristiana. Sin embargo el martirio es para el hombre moderno una patología que está relacionada con el masoquismo, como enseña el herético monje alemán Anselm Grün. Por lo tanto la más sublime muestra de amor fraterno que es dar la vida por los amigos, se transforma en un acto autodestructivo y así Jesús, en vez de donarse para nuestra salvación, se habría suicidado, según esta perversa concepción. Y hoy la obligación de seguir a Cristo cargando su cruz y la advertencia de que quién quiera salvar su vida la perderá y que quién la entregue por Él, se salvará, (Lc. 9,23-24); deja de ser tal para convertirse en una sugerencia opcional. Y esta interpretación sentimentalista y acomodaticia de las escrituras nos lleva de hecho, a un cristianismo sin cruz.
En el incansable ánimo de conseguir una vida cómoda y confortable, hacemos grandes esfuerzos para lo que paradójicamente va a implicar no esforzarnos. Y con inteligentes trabajos, los Mass Media globalistas, nos anulan el sentido común, y nos hacen bajar la guardia hasta perder el más elemental de los sentidos de conservación, aislándonos para que desprotejamos a los nuestros por considerar que no hay que tener reacciones violentas. Entonces con respecto a la religión que nos liga a Dios, al considerársela una opinión más entre muchas, no vale la pena dar la vida por ella. Sí se profanan lugares sagrados o se blasfema a Nuestro Señor Jesucristo o contra su Santísima Madre Celestial; nuestra reacción en nombre del pacifismo y la supuesta invencibilidad de la situación, es de una terrible indiferencia, paradigma de tibieza. Decía San Juan Crisóstomo: "Si alguien blasfema, corrígele, si vuelve a blasfemar corrígele otra vez; si vuelve a blasfemar golpéale, rómpele los dientes, santifica tu mano con el golpe". Y el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto: 2264 "El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal…” “es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 64, 7)" y continúa diciendo: 2265 “La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro”.
Los seres más vulnerables hoy en día son los niños en el lugar donde deberían estar más seguros, esto es el vientre materno, y asistimos al genocidio más atroz de la historia en donde el aborto de millones clama al cielo por tanta sangre inocente derramada. Y estas políticas eugenésicas son promovidas y hasta impuestas por la ONU.
Por el libro de los Macabeos, conocemos como se atacó al Pueblo de Dios en sábado y estos para no profanar el día santo no reaccionaron, hasta que Matatías dijo a su gente: “Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra”. Y dijeron: “Hagamos frente a todo el que venga a atacarnos en día sábado, para no morir como nuestros hermanos en sus refugios”. (1 Mac 2, 29-41). Sabiendo que el principal objetivo del demonio es destruir a la única y verdadera Iglesia de Dios que es la Católica, recordemos cuando Cristo dijo: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz sino espada” (Mt. 10,34), y no tengamos miedo de defender nuestra fe, dando el buen combate por la causa, honor y gloria de Dios.
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