Domingo 03 de agosto de 2014
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En 1346 un viajero tingitano llamado Ibn Batuta dio la primera mala noticia sobre Gaza, contó en occidente que la peste mató a la mitad de los gazatíes, quedaron con vida solo 22 mil. Pasaron muchos años sin noticias de Gaza. La segunda tragedia registrada por la historia está muy bien relatada por los escribas que acompañaban a las tropas napoleónicas que fusilaron 4 mil prisioneros gazatíes porque no tenían con qué alimentarlos. Si alguien quisiera explicar la existencia de Gaza como ayuda de la mitología diría que es hija de Melpómene musa de la tragedia.
En 1948 su población que rondaba los 50 mil habitantes se multiplicó por 7 cuando se refugiaron 350 mil que huían de la guerra, tenían la esperanza de pasar a Egipto, pero la mayoría quedó ahí en ese secarral de 350 kilómetros cuadrados, esperando primero un socorro y luego una solución internacional que aún no llega.
Gaza vive aprisionado entre Israel y Hamás.
Yasir mi colega gazatí, hoy refugiado en una ciudad sueca, me dijo que en su infancia en la playa de Shaati, la más grande de la franja, se reunían hombres, mujeres y niños jugaban, se bañaban y hacían volar dragones de papel, bebían refrescantes cervezas y a veces cantaban melodías nunca olvidadas que relataban historias del ayer, a pesar de vivir como prisioneros de Israel. “Había un sentimiento positivo hacia Europa”. Eran tiempos de la guerra fría, con partidos comunistas con fuerte influencia en la zona. Durante ese tiempo y para contrarrestar la influencia atea del comunismo, occidente - quizá solo EE.UU. – sugirió a sus aliados como Turquía, Israel y otros a ayudar en la creación de instituciones religiosas sobre todo Universidades o colegios que respondan la incredulidad con el credo y el dogma. Allí nacieron los musulmanes luego multiplicados en terroristas. Son hijos de esas escuelas los que en Turquía prohíben reír en público a sus mujeres o Hamás que ha prohibido bañarse a las mujeres en la playa de Shaati, tan cara para mi colega Yasir.