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Domingo 03 de agosto de 2014

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Revista Dominical

El fútbol: droga del pueblo

03 ago 2014

Por: Javier Claure C. - Poeta

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Desde hace un buen tiempo que voy meditando acerca del fútbol, y las consecuencias que trae consigo este deporte. En mi adolescencia me gustaba jugar fútbol con los amigos del barrio, pero debo reconocer que, con los años, me he vuelto reacio a aceptar condiciones ilógicas que imponen ciertas “reglas futbolísticas”. Es cierto, suelo mirar partidos de fútbol por la televisión, pero definitivamente no soy fanático de ningún equipo. Siempre he considerado que seguir los partidos con frenesí, es pérdida de tiempo. Aunque de verdad, respeto a los hinchas que se sientan frente a la pantalla para ver a su equipo favorito.

Durante el Imperio Romano, el emperador ofrecía al público circo, diversión y pan de forma gratuita con la finalidad de ganarse al pueblo. El Coliseo de Roma y otros anfiteatros estaban a disposición para tales eventos. Una de las diversiones que se mostraba era la lucha de gladiadores. Espartaco, que fue un esclavo, escapó justamente de una de esas luchas. Posteriormente creó su ejército para hacer frente a la República romana. Otro espectáculo horripilante era la lucha de hombres contra leones y tigres hambrientos, donde esos seres humanos eran destrozados a pedazos.

Mi abuelo materno, era un buen “goalkeeper” (portero) como él solía decir, y enfatizaba que, en sus tiempos, se jugaba verdaderamente por amor al deporte. Pues hoy en día las cosas han cambiado radicalmente. Se pagan sumas astronómicas por un jugador que, por el destino, patea bien el balón sobre el césped. Es divertido ver las piruetas que hacen en el campo de juego, pero pongamos correctamente los puntos sobre las íes. Hay muchos hombres y muchas mujeres en este mundo que han contribuido, en todos los campos, con adelantos para la humanidad. Sin embargo, nadie paga semejantes sumas de dinero por ellos. Es más, algunos incluso pueden vivir modestamente. Sin lugar a dudas, es otra la satisfacción para esas personas.

Cuando se anunció, en octubre de 2007 en Zúrich, que Brasil organizaría la Copa Mundial de Fútbol, se alzaron voces de buenos augurios. Ricardo Texeira, el entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, se expresó de la siguiente manera: “la Copa nos va a permitir tener una infraestructura moderna, es algo que va mucho más allá del deporte, va a ser una herramienta para proporcionar la transformación social”. Claro, en teoría todo es hermoso y multicolor, pero ahora con los resultados concretos en la mano, se deduce que fue todo lo contrario. No hubo ninguna transformación social a favor de los pobres, sino más bien se profundizó la exclusión social. Hace un par de semanas que finalizó el Mundial de Fútbol, y pudimos observar de todo un poco: lágrimas, árbitros que no cobraron penales y otras faltas, un mordisco caníbal se clavó en el hombro del jugador italiano Giorgio Chiellini, un rodillazo brutal lesionó gravemente a Neymar y alegría en los rostros de los vencedores. Fue un “mundial sorpresa”, en donde algunas naciones, sin ser tradicionalmente futboleras, llegaron lejos. Es el caso de Grecia, Costa Rica y Argelia. También se mostró la otra cara de la medalla. España, campeón mundial del 2010, hizo un gran papelón. Holanda se impuso a la selección española con 5 goles contra uno (!) ¿Y qué decir de Brasil? El proverbio “hazte de fama y échate en cama” le cae bien, porque da la impresión que vive del pasado; cuando Pelé atacaba al contrincante con certeza. Definitivamente, la selección brasileña fue humillada, en su propia cancha, por los alemanes. Razón tuvieron los hinchas brasileros para ridiculizar a su propio equipo a finales del juego. Y mientras se jugaba los últimos partidos del mundial, al otro lado del mundo en la parte oscura, violada y flagelada desde hace décadas, el Estado ladrón y terrorista de Israel bombardeaba a muchos ancianos, a niños, a mujeres y a hombres indefensos.

Por otro lado, Brasil empezó de mal en peor. Los problemas surgieron apenas empezaron a desalojar gente para construir estadios, carreteras, playas de estacionamiento y aeropuertos. Algunos obreros murieron accidentalmente en las construcciones. Según la prensa, más de 150.000 personas fueron expulsadas de sus hogares para tal objetivo. Se han hecho “limpiezas” en algunas favelas. Los vendedores ambulantes tuvieron mucha dificultad para vender sus productos; etcétera. Todas estas violaciones a los Derechos Humanos, en el fondo, venían de los portafolios de la FIFA, ya que los representantes de esta organización imponen sus reglas tajantes, y exigen infraestructura de punta al país anfitrión. Y como resultado de estos atropellos, se realizaron varias manifestaciones, huelgas y protestas en diferentes ciudades del país. A decir verdad, Brasil hizo lo imposible para mostrar buena cara al mundo y, sobre todo, a la FIFA. El Congreso brasileño aprobó, en medio de una gran polémica, la Ley General de la Copa en junio de 2012, la cual dio luz verde a la FIFA para que haga lo que le venga en gana. Y Brasil gastó millones de millones de dólares para alcanzar la infraestructura requerida. El senador Álvaro Días dijo, a los medios de comunicación, que solamente el 8 por ciento de la inversión total viene del capital privado.

Los campeonatos mundiales de fútbol son un gran banquete para la FIFA, y de seguro que su presidente, en turno, espera ansiosamente esta comilona cada cuatro años. De acuerdo a un pronóstico hecho por la empresa, Eeroamérica Sport Marketing, antes que empezara el mundial, el monto que se recaudaría por este evento deportivo en Brasil era de 4.900 millones de dólares. Otros cómputos estadísticos mostraban la cifra de 4.000 millones de dólares. Es decir, mucho más ventajoso que en el Mundial de Alemania y Sudáfrica. Un gran porcentaje de la suma recaudada va directamente a las arcas de la FIFA, por concepto de derechos televisivos, venta de productos, boletos, etc. Es un excelente negocio: en un mes ganan millones de dólares. A cambio, entre premios, compensaciones a los jugadores y a las diferentes selecciones; la FIFA no desembolsa, ni siquiera, el 50 por ciento de sus ganancias líquidas. Romario, exjugador y conocedor de las oscuras maniobras de los reyes del balón, ahora político, declaró: “La FIFA debería pagar alrededor de 450 millones de dólares como impuestos. Pero no va a dejar nada. Vienen, montan el circo, no gastan nada y se llevan todo”.

Si los ciudadanos del mundo no crean una consciencia colectiva para cambiar algunas leyes asimétricas que dictan los barones del fútbol, pues seguirán ofreciendo circo a un público adormecido por un balón que se patea de un lado a otro. No cabe la menor duda que los representantes de la FIFA son gladiadores con látigos en las manos, y utilizan su arma, sutilmente, para domar a todos los que se encuentran en sus jaulas. La organización en sí, es como un león hambriento que devora a sus víctimas en las canchas sin contemplación. Y, en consecuencia, ocasiona “maracanazos” de gran magnitud; no para las clases burguesas, sino más bien para la gente que vive postergada, y se gana la vida con el sudor de la frente.

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