Miercoles 24 de febrero de 2010

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Tenemos que aceptar agradecidos la larga lista de ejemplos de aquellos servidores del reino que encontraron coherencia y supieron dar testimonio de su fe: fe y obras. La expresión nítida y clara de que convertidos estamos aptos para servir con obras y en obras de amor.
Si hay conversión y obras el amor y la misericordia divina se derraman portentosamente, como nos recordó Jesús al citar la señal que significó Jonás para Nínive. Esa es una señala que debemos tener presente siempre.
¿Cómo fue esta historia? Comenzó cuando Jonás fue enviado a predicar a Nínive, ciudad que, en su tiempo, era la metrópoli de las perversidades humanas. Tenía que ser destruida, y eso fue lo que se instruyó a Jonás que diga.
Pero los ninivitas aceptaron la advertencia y proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. El propio rey lanzó un heraldo: “Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos”.
Fuente: LA PATRIA