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Domingo 20 de julio de 2014

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Cultural El Duende

EL MÚSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

Cartografías de la música boliviana

20 jul 2014

Gabriel Salinas

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Con este artículo, queremos iniciar un ciclo de escritos referidos a un espacio de la música boliviana del siglo veinte, que a lo largo de las entregas anteriores, apenas hemos llegado a vislumbrar en un horizonte aparentemente lejano. Hasta este punto nos hemos concentrado en los grandes maestros de la música boliviana contemporánea (Sandi, Villalpando, Rosso Prudencio, entre otros…) que algunas categorizaciones fáciles, inscribirían en la esfera de la música “culta”, sin embargo, proponemos alejarnos de tales definiciones cargadas de esencialismos, y en cambio rescatamos el sano juicio de diferenciar un tipo de música de otra, sin reproducir jerarquizaciones elitizantes; creemos al menos, que este es el criterio más coherente con la noción rectora del relativismo cultural, cuya herencia resulta indiscutible en el campo de la teoría social dentro de la cual, se inscriben la musicología y la etnomusicología. Desde esa perspectiva las diferencias entre un tipo de música y otro, no resultan en una mayor y más elevada “cultura” de una u otra tradición musical, si no, en diferencias perceptibles en el plano de la producción y el consumo de estéticas diversificadas.

Cuando hablamos de la música boliviana, aludimos en términos generales y difusos, a la música de un espacio social dinámico e integrado en el marco político del estado boliviano, por ende hablamos de un espacio heterogéneo y complejo (abigarrado), entonces resultaría erróneo apelar a una categorización universalizante y homogénea, y peor aún, identificar la noción de música boliviana a un reducido conjunto de sus expresiones. Como señalamos en el párrafo anterior, tampoco es posible discernir en el conjunto de las expresiones musicales bolivianas, criterios graduales de valor cultural, toda música es un producto cultural, y en tanto producto, es parte de un proceso, entonces, lo que diferencia una u otra música es su trayectoria en el conjunto de relaciones complejas del proceso cultural boliviano. De ahí que proponemos realizar una cartografía de la música boliviana, en los términos más amplios, visibilizando quizás, relaciones y producciones que al ser encasilladas dentro del “folklore” han pasado desapercibidas en nuestros análisis previos. Como escribe el etnomusicólogo argentino Carlos Vega, no es una categoría estática, y por el contrario transita en una dinámica particular, entre las diversas estéticas que se producen y reproducen en un espacio social determinado (La ciencia del Folklore: 1959). Pero, cualquier caso la dinámica del folklore, alude básicamente a una representación de la identidad local, y precisamente, por esa razón, surge el horizonte difuso que hace escurridizo el empleo de este término, de este modo, lo folklórico, podría proponerse en términos de una producción cultural en la que opera una apropiación y una re significación de diversas estéticas, como si se tratara de un puente entre lo particular y lo universal que se gesta en la vida cotidiana.

En el caso de Bolivia, la música folklórica asume este rol en cabalidad, y de hecho, en tanto refleja una apropiación de diversos lenguajes estéticos para representar una noción de identidad, en determinado momento, el folklore boliviano asume un rol político, como espacio del proceso cultural, en el que se disputan representaciones de lo boliviano. Justamente Villalpando en el texto “En torno al carácter de la música boliviana”, describe la relación del entorno, con la producción y reproducción de determinadas estéticas musicales.

En la siguiente entrega, profundizaremos esta cuestión analizando la producción de Alfredo Domínguez, cuyo aporte a la música boliviana difícilmente podría encasillarse en la llana definición del folklore, no obstante, su indiscutible filiación a una tradición musical, que reinterpreta directamente las estéticas musicales locales, proponiendo quizás al estilo de Sandi, un nuevo horizonte para la denominada música autóctona, al mismo tiempo que propone una visión politizada de la identidad boliviana.

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