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Domingo 20 de julio de 2014

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Cultural El Duende

Jorge Ordenes Lavadenz

La adversidad en la novelística de Alcides Arguedas vívida y vigente

20 jul 2014

La narrativa del pensador boliviano Alcides Arguedas Díaz viene a ser un llamado al orden y a la legalidad, sobre todo con respecto al Artículo 7 de la Constitución Política del Estado -que, entre otras cosas, estipula el derecho a una remuneración justa por el trabajo realizado. Las novelas de Arguedas son también un pedido simbólico a los bolivianos a dejar de jugar a tener un país, y un postulado doloroso de edificación de Bolivia lanzado desde un positivismo social crítico en boga en América durante las primeras décadas del siglo veinte.

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Sexta de 10 partes

Alcides Arguedas menciona la coca como una constante en la dieta del indio, precisamente porque el hambre también es constante. En Arguedas el hambre es endémica, en Ciro Alegría llega. En la novela Sobre la misma tierra (1943) del venezolano Rómulo Gallegos, el hambre también es una constante, aunque los indios relatados por Gallegos hambrean más por indolencia: “Allí, languidecía, desmoralizada, una brava gente aborigen. Hambres anuales en la seca península natal la habían hecho emigrar hacia la ciudad propicia a los rebuscos de la mendicidad”.(44)

La tradición fatalista del indio también es abordada por Arguedas como elemento negativo. Debilitado históricamente por sus propios oráculos y leyendas, incluso antes de que llegasen los españoles, el indio encuentra difícil extraerse a su condición de dependiente: “Moldeados ya su temperamento y su carácter a la obediencia pasiva, totalmente domesticados para no saber obrar ni aun pensar por cuenta propia, llevaban los indios una vida llana, activa [en agricultura], con poca o ninguna complicación sentimental y relativamente feliz por la ausencia de grandes y trascendentales aspiraciones”.(45)

Las caracterizaciones de “moldeado”, “obediente”, “domesticado”. etc., hacen que el indio se convierta en víctima de sus propias creencias y de su superstición. Según Arguedas, si el indio mismo no revisa seriamente estos desvalores, es difícil que el mestizo o el “blanco” los revise por consideración, o por lástima: “El lago sagrado de Wiñaymarca, hogaño generoso de recursos, ahora expulsaba, enfermo de males hechiceros, el mundo vivo de sus entrañas...”(46). El mensaje moralista de Arguedas está dirigido al “blanco” y al mestizo que detentan el poder de cambiar las cosas: “Sí Tata... te queremos... eres un padre para nosotros y no hay nadie más bueno que tú.

Nosotros somos tus hijos... Nadie tenemos en la vida para que nos defienda y ampare sino tú .

Somos tus esclavos...”(47) Novelistas como Jorge Icaza, Ciro Alegría, Eustasio Rivera, y bolivianos como Oscar Cerruto y Fernando Díez de Medina, recogen el tema de la superstición del indio. Generalmente asocian al indio con un ser primitivo, de lenta superación espiritual, irreflexivo y reacio al progreso material sostenido: “El hechizo es primitivo... entre nosotros subsisten algunas formas... Los indígenas no conciben lo natural como sobrenatural, sino al contrario: lo sobrenatural les parece natural”.(48)

Para el indio todo es Dios. El sol, la lluvia, el trueno, el relámpago, el granizo, el arco iris. Las noches y los días actúan como la misma evidencia que los hombres viven y generan. Un torrente formidable fluye de todas partes y sus olas poderosas atestiguan el renovado estremecimiento del universo. Todo es milagro. Espíritu y materia conviven en armonía indivisible: son inocentes, puros como el día primero, el cosmos no surgió para ser dominado por el hombre.(49)

Detrás de esa descripción de la situación paupérrima del indio, Arguedas lanza una severa crítica a los hacenderos. Si bien el indio debería hacer su parte en la tarea de su superación, el no-indio viene a ser el que nutre, en buena medida, la adversidad. El indio de Arguedas es un símbolo de la forma en que Bolivia se socava. El mismo indio se autosocava, y el no-indio socava; por lo tanto Bolivia se socava. Bolivia en este contexto también viene a ser, notoriamente, las sucesivas administraciones nacionales que, en su afán de “gobernar”, desgobiernan la cuestión de la equidad y justicia para con el indio. Por lo menos así lo contextualizan las novelas de Alcides Arguedas, y de otros escritores suramericanos con respecto a sus respectivos gobiernos –y “primer mundos” que habitan en esos “tercer mundos”. Los indios de Arguedas son una prueba de fracaso nacional: “Arguedas había aprendido a seguir la huella de todas esas existencias que formaron el cimiento de nuestra nacionalidad. Todos sus esfuerzos se habían dedicado al apresto de esa marcha alucinada de hombres que formaban el conjunto orquestal del crescendo”.(50)

“La mejor obra de Alcides Arguedas es, sin duda, Raza de bronce, novela de proyección continental... precursora el movimiento nativista americano”.(51) Estas opiniones de la obra indigenista de Alcides Arguedas viene a corroborar el valor universal de su novelística como postulado de justicia en Bolivia, y en otras regiones de América.

Resumiendo, física y socialmente oprimido, y espiritualmente socavado desde la llegada de los conquistadores españoles, y socavado por su propia tradición indígena, el indio se derrotó de entrada, lo que facilitó el triunfo del europeo y la consecuente explotación que dura hasta nuestros días.

2. El no-indio

Por “cholo” y por mestizo se entiende mezcla, digamos racial, de indio y blanco, aunque esta afirmación es vaga porque no significa gran cosa, según veremos; ya que en Hispanoamérica, cuando se habla de raza blanca, yo creo que se está estipulando una aproximación. De allí que nadie que se considere generacionalmente americano puede aseverar pureza racial, excepto quizá el indio. Por lo demás, queda invalidada cualquier interpretación de alcurnia que tenga que ver con pureza de raza blanca.

Alcides Arguedas, en Pueblo enfermo, habla del mestizo boliviano como una resultante belicosa de “abrazo fecundante de la raza blanca, dominadora, y de los indios, raza dormida”. (52) También habla de la procedencia del término “cholo”, que resulta ser una evolución de la palabra italiana fanciullo (jovencito).(53) Pero lo de “cholo”, desde el punto de vista racial, en los escritos de Arguedas, queda irresoluta ... y es más, queda en el aire:

Según Novicow “nadie ha podido decir jamás cuáles rasgos establecían las características de la raza [blanca]”. En Bolivia, no se sabría precisar, ni aún deslindar las diferencias existentes entre las llamadas raza blanca y raza mestiza... El cholo (raza mestiza), en cuanto se encumbra en su medio, ya es señor, y, por lo tanto, pertenece a la raza blanca.(54)

Esta cita es importante porque traslada el asunto de la etnología a la sociología. De acuerdo a Arguedas, el cholo puede desplazarse en la escala social hacia la raza blanca; lo que significa que el cholo puede ser blanco, y el blanco, por lógica, puede ser, o devenir, cholo. Si tal es el caso, hay que plantear la cosa en forma distinta, y hay que hablar de cholo y no-cholo desde un punto de vista ético.

Eso de cholo en Bolivia es más cuestión de actitud ético-social tanto de parte del que califica como de parte del calificado. Y actitud que seguramente tiene un acto como fundamento. Por ejemplo, si fulano comete el acto de estafarme, mi actitud para con él será negativa, y lo consideraré —y lo calificaré de— cholo; y posiblemente él me considere otro cholo en función a mi acto de calificarle de cholo. Se trata entonces de la actitud con su acto.

Dicho lo anterior ¿quiénes son cholos y quiénes son no cholos en la novelística de Alcides Arguedas? ¿Podemos aseverar que Alejandro Villarino es cholo, o que el hacendado Pantoja es cholo? Si respondemos afirmativamente ¿podemos decir cuán cholo es Villarino, o cuán no-cholo es Pantoja? La respuesta es obvia: sí, podemos.

Si cholo significa opresor (acto), ¿no es acaso cholo Pantoja? (mi actitud para con Pantoja). Si cholo quiere decir abusivo, aprovechador ¿no es ciertamente cholo el cura de la parroquia donde se encuentra la hacienda Kohahuyo? Si cholo es el chisme ¿no son cholos los amigos de Carlos Ramírez? Si cholo es lo que corroe, lo ácido, ¿no son cholos los Rodríguez, los Olaguibel, los

Peña brava, de Vida criolla? Si cholas son la envidia, la crueldad, la hipocresía, la borrachera, la pérdida del mar, la delincuencia, la ignorancia, la ineptitud y la corrupción ¿no es chola la colectividad que la sustenta, y cholos sus componentes humanos? ¿Acaso no es cholo el patriotero? ¿y no es cholo el gobernante que...? Llenar una novelística de verdades (actos), es una valentía (actitud). Y si la cobardía es chola y la valentía es no chola, quedemos silogísticamente de acuerdo en que Alcides Arguedas es honesto, verídico, no cholo, porque su literatura novelesca es un llamado al orden basado en muchas verdades, aunque nada es perfecto, desde luego.

No cholo o cholo vienen a ser pues actitudes que poco o nada tienen que ver con la cuestión raza. Chola sería la falta de justicia (acto), mientras que su vigencia es no chola. Y como ambas existen en el mundo boliviano y no-boliviano, concluyamos que cholos hay en todas partes. El cholaje o cholerío y la barbarie son, en este contexto, sinónimos.

44. Rómulo Gallegos, Sobre la misma tierra_ (Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1961), p. 89.

45. Alcides Arguedas, Pueblo enfermo, oe 1, p. 429.

46. Raza de bronce, pp. 101-102.

47. Raza de bronce, p. 181.

48. Oscar Cerruto, Aluvión defuego (Santiago de Chile: Ercilla, 1935), p. 21.

49. Fernando Díez de Medina, Nayjama (La Paz: Guisbert & Cia., 1970), p. 23.

50. El ateneo de los muertos, p. 11.

51. Literatura boliviana, p. 278.

52. Pueblo enfermo, p. 435.

53. Pueblo enfermo, p. 412.

54. Pueblo enfermo, p. 412.

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