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Domingo 20 de julio de 2014

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Cultural El Duende

Existe la Bolivia geográfica y la que llevamos dentro, ambas pueden arrullarnos pero también matarnos

20 jul 2014

El joven escritor paceño Rodrigo Urquiola Flores (1986), conversó con Wolfango Montes Vanucci acerca de la novela Tumba de héroes:

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1. Después de una larga trayectoria como escritor con éxitos indudables como Jonás y la ballena rosada (Premio Casa de las Américas 1987) o Sagrada arrogancia (Alfaguara, 1998), ¿qué lugar ocupa Tumba de héroes (La Hoguera, 2012) en el escenario de su escritura?

Como autor tiendo a enamorarme de mi última producción. Ese es mi sentimiento por Tumba de héroes, pero al mismo tiempo, dejando de lado el sentimentalismo, ocupa un lugar de importancia, es una de mis novelas que más me gusta, porque desarrolla un tema urgente de nuestros tiempos, la lucha de un hombre solitario contra la tiranía. Sándor es un soñador, cree que un hombre solitario que se rebela, puede modificar una situación. Cree que los cambios los pueden realizar un grupo pequeño de seres libres que se organizan.

2. En Jonás y la ballena rosada nos encontramos ante una ruptura: el espacio urbano irrumpe de una manera imperceptiblemente violenta en lo que antes no era otra cosa que geografía rural. En Tumba de héroes nos encontramos ante el testimonio de una segunda ruptura, una que acontece en la geografía citadina de una manera veladamente violenta: la búsqueda del dominio territorial. ¿Qué significa Bolivia en el panorama de su narrativa?

El hombre está unido a su tierra. Salí de Bolivia, salí de Santa Cruz pero ellas nunca me abandonaron, siempre están conmigo. Son fuente de dichas y de tormentos. Durante los últimos años, cuando vivimos al borde de la guerra civil, todas las mañanas despertaba angustiado y miraba las noticias en la Internet. Cuentan que Rózsa tuvo un infarto en Europa, en aquella época, cuando miraba las noticias de Bolivia, lo entendí perfectamente. Existe la Bolivia geográfica y la que llevamos dentro, ambas pueden arrullarnos pero también matarnos. En mis narrativas la Bolivia que llevo dentro intenta expresarse.

3. Tumba de héroes es una novela espejo. Refleja una realidad como si ésta aconteciera en un país lejano de algún otro mundo. El país lejano y el otro mundo, sin embargo, están mucho más cerca de lo que quisieran estar. Se llama Cruz Alta a una ciudad que sin dificultad el lector boliviano reconoce como Santa Cruz de la Sierra. El reflejo que advertimos es una parodia –homenaje y burla al mismo tiempo– de un determinado momento histórico. ¿Qué existe detrás de la catarsis que originó esta historia?

Vivimos un momento histórico, cuando la historia irrumpe en la vida de las personas las cambia totalmente. En tiempos difíciles conseguimos percibir que somos apenas hojas llevadas por el viento. Cuando atravesamos ese momento histórico no tenemos noción de su significado. Recuerdo que pensé: Puede ser que dentro de veinte, o cuarenta años Rózsa sea considerado un héroe, un mártir, que eleven monumentos en su honor, que bauticen a una avenida con su nombre, pero hoy nadie lo nota, actualmente quienes lo conocieron lo niegan, otros lo juzgan un canalla, un agente doble o cosas por el estilo, es como un leproso cuyo nombre perjudica. Fue una tentativa de desarrollar el mito del héroe, desde su inicio, cuando nadie percibe que convive con un gran hombre.

4. Murphy, un narrador omnisciente, una suerte de escritor debajo del escritor, una mezcla de demonio y ser humano y, a veces, sólo a veces, ángel, es una personificación del infortunio, es quien maneja los hilos de las existencias de los distintos personajes que pueblan de vida las páginas de Tumba de héroes. ¿Qué lugar ocupa, en el contexto de su narrativa, lo desconocido, los misterios que dominan nuestras propias existencias?

Pienso que la vida es un sueño, que puede ser normal o una pesadilla. Nos rodea el misterio pero los quehaceres cotidianos nos protegen contra el temor pánico de la oscuridad acechante que nos envuelve. Nos impide percibir que vivimos sonámbulos, rodeados por dimensiones enigmáticas, que como todo lo natural pueden ser terribles o espantosamente bellas. A veces una iluminación o una tragedia o ingerir una substancia nos abre esas puertas de percepción, pienso que el objetivo del arte es provocar pequeñas o grandes iluminaciones que desnuden la existencia.

5. Sándor Fejer, boliviano autoexiliado, anciano, enfermo de sida, el héroe condenado a habitar esa tumba de héroes en la que se ha convertido el inestable suelo nacional, fue un luchador incansable, ganador de mil batallas en las guerras de países diversos, guerrero temerario, casi invencible, se le ha encomendado la difícil tarea de independizar el territorio de Cruz Alta. ¿Cómo ha influido la historia de Bolivia en su quehacer literario?

Las intermitencias de la historia no solo han influido en mí, sino como todos nosotros he sido víctima de ella. Me gustaría tener la visión hegeliana del fin de la historia, para subirme a lo alto de una montaña y ver el comienzo, el medio y el final y entender su significado pero sé que no lo conseguiré, que es un mito; la historia, al mismo tiempo que revelará que tiene sentido, de inmediato se mostrará absurda, es paradójica en suma. Nunca se vivieron tantos cambios como en nuestra época. No sé si he conseguido elaborar las vivencias que me trajo el siglo pasado y la última década. Lo que se ha pasado aplastaría a un gigante: Desde la revolución sexual, el imperio de los traficantes de cocaína de los años 80 que influyó en Jonás, los gobiernos civiles, muchos de ellos mediocres y corruptos, nuestras tentativas de revolución. ¿Cómo podemos olvidar que cada determinado número de años los bolivianos intentamos hacer una revolución? Desde la del 1952, pasando por Juan José Torres y la UDP hasta el presente. Nos olvidamos y en cada nuevo gobierno queremos instaurar el año uno de la historia, es el delirio eterno de nuestros gobernantes. Pero la historia no tiene piedad, es un monstruo que nos devora, derrumbará lo que vivimos y nuestros placeres y aflicciones, la soberbia de los pequeños dictadores solo ocupará una línea en un libro de historia. Por eso la necesidad de las novelas, de ampliar, de trascender, de recontar lo vivido, de no permitir que se borren los hechos, para que sobrevivan en la memoria después que el turbión de la historia los derrumbe.

6. El amor –ese otro demonio– es un arma poderosa que, de alguna manera, termina desencadenando la catástrofe. Por un lado tenemos al héroe, Sándor, y su exigencia fetiche para amar: el uniforme militar. Por el otro está Manfred, el altiplánico, incapaz de sentir amor debido a un tratamiento psiquiátrico al que fue sometido en la niñez, pero que encontrará la cura y terminará entregándose a Isis, una suerte de doble agente que sólo obedece a un jefe: ella misma. ¿Qué es el amor para Wolfango Montes?

El amor es un pequeño demonio, no debería ser representado como el Cupido desnudo, sino con cuernos y cola, sin él la vida no tiene sentido. Cuando nuestras vidas corren tranquilas él aparece con sus promesas de felicidad, y con su ración de penas. Durante mucho tiempo negué el poder el amor, creía que se podía vivir sin él, que un hombre sabio tiene que estar por encima de los sentimientos comunes. Pero con el tiempo percibí que la vida no tiene sentido sin una pasión, que solo las personas valientes son capaces de entregarse al amor, que el burgués común, lo que quiere es la tranquilidad económica, y tendrá como producto una vida estéril. El mito platónico de que para encontrarnos necesitamos encontrar nuestra otra mitad me parece válido.

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