El tema más importante para su consideración en el masivo ámbito ciudadano tiene que ver, sí o sí, con la economía familiar con la que rige en cada hogar y representa el sustento del diario vivir, claro está con muchas variables en función a determinados segmentos de lo que se denomina el colectivo social.
En la visión gubernamental la administración financiera del país es altamente saludable, con una magnífica reserva monetaria como no se dio en anteriores gestiones, para generalizar la situación bonancible que atravesamos con las macrocifras que predominan en el ámbito financiero, pero que en su efecto utilitario todavía no han llegado a los bolsillos de la mayoría ciudadana.
Como está prácticamente abierto el proceso electoral y es sólo cuestión de días para que comience el “bombardeo” de propuestas políticas, ya se observa que la prioridad en los programas electorales apuntará al tratamiento de la administración económica de los recursos del Estado.
Para la oposición lo más notorio del manejo de recursos económicos por parte de los actuales gobernantes, tiene que ver con un exagerado gasto público no precisamente de orden social, más bien dispuesto en programas que han mejorado la imagen del país en la línea de ostentación diplomática y no en la dimensión comparativa con necesidades sociales de urgencia, como salud, educación o fomento productivo.
Es también evidente que se ha dispuesto millones de dólares para encarar varios proyectos viales, empujar algunas empresas estatales, atender varios requerimientos de sectores estratégicos, llámense cooperativistas mineros o movimientos sociales y sindicales, pero manteniendo todavía sin beneficio directo de las macrocifras a un alto porcentaje de la población que vive en el área rural o se ubica en los cinturones marginales de las ciudades, de manera especial en las que forman el “eje central” y donde la pobreza es notoria.
Estas diferencias tratarán de ser subsanadas con las ofertas de los candidatos en la corta pero intensa campaña que se iniciará en breve y tendrá que ser el ciudadano común que, usando perspicacia y sobre todo confiando en la sagacidad y sinceridad de los candidatos, decida por aquel que tenga mayor consistencia en su programa político.
Es cierto que la política económica tiene muchos puntos a favor, pero tampoco es mentiroso el criterio de que los grandes beneficios de la economía macro estructural de nuestra economía no está siendo distribuida equitativamente y los fondos que deberían mejorar las condiciones de vida de una mayoría se han concentrado en programas de avanzada electoralista, tomando ventaja sobre las posibilidades de los que sólo podrán ofrecer “programas teóricos”, que si son sustentables en la proyección política, posiblemente cautiven a un porcentaje del electorado.
La otra oferta ineludible en el proceso actual tiene que ver con las fuentes de empleo que espera un alto porcentaje de ciudadanos que por falta de trabajo permanente son parte del ejército de la economía informal, aunque la misma es la menos conflictiva en materia de reacciones populares, pero al mismo tiempo la menos eficiente en la generación de impuestos para el Estado y por lo mismo parte de la millonaria evasión que resta ingresos comunitarios.
Los políticos tendrán en este campo una alternativa de mostrar creatividad, pero sobre todo una sólida perspectiva en la conversión de la informalidad en fuentes de empleo seguras, con salarios dignos y sostenibles. De todos modos lo que viene luego es la oferta política, dirigida a mejorar la economía del pueblo.
Fuente: LA PATRIA
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