Sábado 12 de julio de 2014
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La República de Costa Rica, un pequeño territorio en el corazón de la América Central, dio estas semanas lecciones de vida y de institucionalidad, como lo hace desde que decidió eliminar al Ejército y concentrar sus esfuerzos en el Desarrollo Humano.
La primera nota sobresaliente la logró su selección nacional de fútbol en el Mundial 2014, cuando conquistó paso a paso victorias deportivas sin mancha, sin lloriqueos, sin maldades, enfrentando a poderosos equipos americanos y europeos. A pesar de los desvaríos de la desacreditada FIFA para ampliar los controles antidopaje a casi todos los jugadores, los “ticos” superaron todas esas barreras físicas y psicológicas.
El seleccionado reflejó las condiciones sociales de su Estado. No son agresivos, pero tampoco aceptan presiones injustificadas. Trabajaron en equipo, sin fabricar estrellas que suben como las espumas y caen hechas añicos, como sucede en tantos casos, entre ellos el patético ejemplo de Diego Maradona. Tampoco presentaron jugadores del creciente estilo metrosexual sino jóvenes latinoamericanos mestizos, sanos, robustos, sin artificios ni exageraciones.
Esos deportistas son producto de una infancia llena de oportunidades. En Costa Rica no hay barrios de lujo ni los ministros usan vehículos flamantes; en cambio, desde el siglo pasado, todo niño que nace- también el que es un visitante y pisa suelo tico- accede al completo sistema de salud pública, sin costo. La cobertura llega al ambiente rural y a las islas lejanas. ¡Pura Vida! es su marca país.