Don Evo sigue con su negativa a debatir, algo que debiera ser una práctica habitual en estas contiendas electorales, para conocer y orientar el voto, hacia las propuestas más interesantes. “Voy a debatir sólo con la población”, dijo rotundamente, desconociendo que “debatir” es contender, discutir sobre algo; no es informar y plantear cosas, sin que nadie pueda oponerse o preguntar cómo se puede hacer realidad lo ofertado. Así, las cosas se hacen fáciles para don Evo, sin que nadie pueda cuestionar hechos, como la compra de un satélite, aviones, autos blindados y costosas cumbres para redactar declaraciones que casi siempre quedan sólo en eso: en declaraciones. Mandar a debatir con la abuela, resulta algo irrespetuoso, en un acto democrático como son las elecciones.
No hay empleos y la economía está basada en la venta de materias primas; el desconocimiento del ordenamiento legal y la destrucción del poder judicial; los hechos de corrupción en organismos estatales; millonarias compras sin licitación previa; una amplia e imparcial investigación de tantos hechos en los que se tuvo que lamentar muertos y heridos y donde los funcionarios gubernamentales son poco menos que angelitos, libres de culpa; la falta de un programa de gobierno serio y coherente; y tantos otros temas que merecen un análisis profundo, discusión y un debate constructivo. Además, el derecho que tiene todo ciudadano, de conocer qué es lo que se hizo en tantos años de gobierno.
Ya en anterior elección escribí en esta misma columna, un artículo al que titulé “los devotos al no debate”. Ahora, ese tema se repite, con el agravante que el gobierno aún no supo, ni pudo, elaborar un plan de gobierno serio. La compra de satélites y aviones, bonos que compran lealtades y canchitas de césped sintético, no constituyen en sí un plan de gobierno que permita solucionar elementales problemas a los que se enfrenta nuestro país. Hablamos de fuentes de trabajo, un plan económico que nos libre de la pobreza, de la falta de empleos y una política de hidrocarburos (exploración y explotación) que permita tener una economía estable apuntando al desarrollo.
El miedo a debatir, es producto de la incapacidad de poder plantear un programa coherente de gobierno, de sostener y defender los innumerables desaciertos en los que incurrió el presidente-candidato en tantos años de gobierno. Todos los bolivianos tenemos el derecho a conocer donde fueron a parar tantos millones de dólares, de los dineros del Tesoros del Estado; de los “préstamos” de Venezuela que no ingresaron a las arcas del Estado y que se los gastó discrecionalmente en el programa “Bolivia cambia, Evo cumple”.
Mi abuelita ya no existe, pero si estuviera viva le interesaría un comino debatir con Evo; y claro las abuelas merecen respeto, el tiempo les enseñó con quien conversar o debatir.
Ofertas son ofertas y promesas sólo promesas. Un debate, con seguridad, dejaría al descubierto que esas son sólo palabras sin ningún sustento; y lo que es peor, la capacidad del candidato-presidente en temas de gobernabilidad, seriamente cuestionada; además, hay muchas cosas que hizo este gobierno que no tienen un sustento lógico. He ahí, la razón del miedo a debatir.
Por lo menos… esa es mi opinión
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