Miercoles 09 de julio de 2014
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Alea jacta est, diría un engolado académico de la Universidad. La locución latina quiere decir “la suerte está echada”. Y es verdad. Sólo faltan tres meses para la cita de octubre y todo parece estar ya definido. Lo que hasta ahora se ha visto, seguirá su curso: la fragmentación de los opositores y la consolidación del único candidato oficialista. En algún momento, ¿será éste agradecido con ellos? Nadie le ha hecho tanto favor.
Ciertamente es una lucha desigual; pero con mayor diferencia en cuanto a la capacidad de percibir y entender la realidad. Para los perdidosos de esta etapa (la preelectoral) la tarea común de rescatar la democracia no fue suficiente acicate, por eso no pudo aglutinarlos. La solapada ambición personal y la tendencia hacia la dispersión anárquica pudieron más que cualquier otro motivo. Son el mismo pasado ruinoso que abrió el cauce a la “rebelión de las masas”.
No podían garantizar mejor el triunfo de Morales; ya suman hasta ahora una media docena de junt’huchas con sus respectivos binomios. Ajenos al drama que vive el país, hablan con gran seriedad – como si fuera cierto - de las “coincidencias ideológicas y programáticas”, cuando la meta suprema en esta instancia es evitar los dos tercios de la dictadura en ciernes. Algunos hasta sueñan con ser candidatos la próxima vez. Pero esa “próxima” vez puede no llegar nunca. En Cuba hay un solo partido con un clan vitalicio en el poder; Chávez iba por el mismo camino; Correa no tiene otro. ¿Qué puede negarles la Constitución manipulada?