Lunes 07 de julio de 2014
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Ni modo, el proceso de cambio nos está llevando a inventar rarezas que nos hacen salir de lo común, para ingresar en el terreno de lo ridículo, con el único propósito de inducir al pueblo a enfrascarse en falsos debates como: el misterio de las piedras libidinosas, las propiedades afrodisíacas de la papalisa, la lectura veloz en las arrugas de los ancianos, el pollo maraco, la Coca Cola causante de alopecia y así por delante, evadas que lo sustraigan de temas de mayor trascendencia, tales como la comida de la BOA, las barcazas fantasmas, las redes de extorsión, los estropicios del narcotráfico y otros.
Esta vez la fiebre innovadora se ha concentrado sobre los relojes, haciéndolos girar a la izquierda y, mediante ese frenético afán típico de los países que abrazan la teoría comunistoide, que con esas ocurrencias no sólo pretenden retrasar el reloj de la historia, sino pararlo, en nuestro estado plurinacional se llega al extremo de retrocederlo hasta la prehistoria. Entonces surge, desde los más recónditos recovecos del poder central, la sesuda explicación de un viceministro que señala: "El reloj que estamos armando tiene una fundamentación científica, pero también una razón política importante. Esta razón política importante se funda en dos elementos: podemos hacer las cosas en contrasentido de lo que están haciendo los del otro lado"(SIC) De dicho galimatías sólo desprendemos que: ¡El único contrasentido es lo que éste científico afirma!
