Loading...
Invitado


Domingo 06 de julio de 2014

Portada Principal
Cultural El Duende

Jorge Ordenes Lavadenz

La adversidad en la novelística de Alcides Arguedas vívida y vigente

06 jul 2014

La narrativa del pensador boliviano Alcides Arguedas Díaz viene a ser un llamado al orden y a la legalidad, sobre todo con respecto al Artículo 7 de la Constitución Política del Estado -que, entre otras cosas, estipula el derecho a una remuneración justa por el trabajo realizado. Las novelas de Arguedas son también un pedido simbólico a los bolivianos a dejar de jugar a tener un país, y un postulado doloroso de edificación de Bolivia lanzado desde un positivismo social crítico en boga en América durante las primeras décadas del siglo veinte.

Quinta de 10 partes

Considero que la verdad es que a Arguedas “le duele Bolivia”, –como a Unamuno, por esa misma época, le dolió su España– mientras que a Díez de Medina parece que Bolivia duele muy poco, o quizá nada. A Augusto Guzmán duele la parte mala, advirtiendo la existencia de otra parte más bien buena. A Díaz Machicado ¡duele el mestizo paceño! Bueno, que cada uno de nosotros derive su propia dosis de dolor de acuerdo a lo que duela o no duela. Lo incontrovertible es que Bolivia perdió su salida al mar; perdió el Acre y el Chaco, necesitó una revolución y muchos muertos para llegar a la reforma agraria, etc.; y todavía, en 1994, se halla reducida a ser catalogada como el país más atrasado de Suramérica, pese las privatizaciones, reformas descentralizantes, cambios de ministerios y de ministros, entre otras cosas.

Ya que estamos en esto, reconozcamos la necesidad arguediana de explicar estas medidas, en forma persuasiva y constante, al pueblo de Bolivia –que es después de todo dueño de lo que se quiere privatizar, comprometer y compartir con la inversión extranjera. La ausencia de tales explicaciones justifica la oposición a tales medidas, o buena parte de ellas. Oposición y descontento –por no decir confusión y trajín lento– que actualmente entorpece la acción de los poderes ejecutivo, legislativo, y, desde luego, el judicial –si es que éste cuenta en Bolivia. De aquí la renovada actualidad del contexto arguediano, de su despliegue crítico, que, si bien dolió en su época y duele hoy, también ayuda a plantear una buena parte de la problemática social. Aceptémoslo con gallardía: todavía pretendemos resolver problemas sin plantearlos debidamente. Ya el significado de este debidamente constituye un reto en Bolivia. Sin plantear y comprender los problemas nacionales, difícilmente los resolveremos. Arguedas los comenzó a plantear como nadie lo había hecho.

II. EL HOMBRE

1. El indio

Desde el punto de vista jurídico-social, la protesta contra el mal trato que se da al indio americano se remonta a principios del siglo diez y seis, cuando el padre Las Casas eleva a la conciencia y al conocimiento de las autoridades de la Corona, la forma abusiva en que el europeo trata al indio. Desde Alonso de Ercilla, también en el siglo diez y seis, viene recurriendo el tema del indio, su historia y circunstancia, como fuente de inspiración literaria. Recordemos que durante el siglo diez y ocho, escritores franceses como Montaigne, Voltaire, Mamortel y otros, utilizan el tema en función y propósito, sobre todo, de la Leyenda Negra contra España: “La interpretación utópica de la vida del indígena en América antes de la conquista y la emoción de filantropía ante el indio fueron los matices esenciales de la literatura indianista en Francia hasta fines del siglo diez y ocho”.(36)

Esa tradición europea sostiene la tesis del llamado “buen salvaje”, que de revote da lugar a la contrapartida de “mal civilizado” o “mal conquistador”, es decir “mal español”; o sea hombre blanco malo. El hacendado boliviano descrito por Alcides Arguedas en Raza de bronce no deja de ser corroboración de la tesis de “mal hombre” dueño de vidas y haciendas.

Aquí, como un aparte necesario, cabe recalcar que tal tesis está lejos de abarcar las grandes y nobles cosas y hechos de España en América, de los que hay infinidad. Con sólo recordar que Bartolomé de las Casas, Antonio de Montesinos, Alonso del Espinal –españoles que tuvieron que ver con la elaboración del primer código de legislación a favor de los indios, conocido como las Leyes de Burgos, promulgadas en diciembre de 1512– además de Matías de Paz, Miguel de Sala manca, Sebastián Ramírez de Fuenleal, Antonio de León Pinelo, entre tantos otros. Y en lo que vino a ser Bolivia: Luis de Rivera, Martín de Barco Centenera, Álvaro Alonso Barba, Victoria no de Villalva, e incluso creo que el primer ministro de finanzas de Bolivia, Facundo Infante, eran todos españoles de nacimiento que, como muchos otros españoles de intachable trayectoria moral, contribuyeron positivamente al progreso de Bolivia.

Según Arguedas, la iniciativa del indio por lo general se manifiesta con relación al mundo y al tiempo inmediato, careciendo de suficiente emotividad para concebir idealismo. Añade que escasean en él la voluntad y el deseo de cambio. Observa y sufre por y ante el “blanco” y el mestizo, con pasmo e impotencia. Sobrevivir es su consigna, aunque los avatares de su forma de pensar rara vez le han permitido conducir su añoranza de libertad y justicia a la acción reivindicadora sostenida. Cuando esto ha sucedido, históricamente, el resultado ha sido el fracaso. Como ilustración, cabe decir que, según la historiadora Scarlett O’Phelan Godoy, hubo nada menos que 140 rebeliones en el Perú y Alto Perú, entre 1708 y 1793, casi todas dirigidas por mestizos y/o criollos. José Gabriel Condorcanqui, alias Túpac Amaru, era mestizo. La adversidad social en Raza de bronce se manifiesta pues en la contextualización de la explotación. Se da porque Arguedas postula en última instancia la alterabilidad, o más precisamente, la reivindicabilidad socio-política del indio, pese a criticar su inapetencia.

Víctima de su propia historia, el indio aparece en la escena arguediana deviniendo su infortunio ante seres humanos (otros bolivianos) que, con su religión católica y su Constitución Política de Estado, desde 1825, preconizan de dientes para fuera la justicia y la ley equitativas para todos los nacionales mientras explotan al indio, o se muestran indiferentes ante esa explotación: Arguedas recoge la causa, habiendo otros que la comentan: “Con la tan ponderada guerra de emancipación no se llegó, como se creía, a la anulación de las clases sociales, ideal al que se tendía; ellas continúan primando en el decurso de la república y subsiste hasta nuestros días”.(37)

Arguedas también había recogido la causa: “La vida es un combate rudo e incesante entre todos los elemento de la naturaleza y entre todos los seres vivos de la creación; una cruel y enorme carnicería en la que los más fuertes viven a costa de los menos fuertes”.(38)

En esos lugares “el hombre sobrevive ofuscado consigo mismo, y... habla con voz gangosa, apenas perceptible porque un enorme bocio le cubre la garganta, y es encorvado, canijo, y de una palidez cadavérica”.(39) El indio existe embotado en la adversidad de los elementos, incluyendo vicios, y en el caos de su historia. El hacendado “blanco” o el mestizo reinan: “¡Buenas tardes, tatitos!

¡Buenas tardes mamitas! saludaron [los indios] al entrar al patio, quitándose los sombreros. Llegaban sudorosos, agitados, con los pies y los zapatos emblanquecidos por el polvo, vorazmente hambrientos, rabiosamente anhelosos de agotar fuentes, cascadas y mares de chicha y aguardiente”.(40)

Para Arguedas, Bolivia toda, como nación, paga el alto costo de la explotación del boliviano por el boliviano, ¿y el gobierno?, ¿y la política? Usufructúan del estado de cosas:

Calle abajo, en desorden, venían grupos de chiquillos precediendo a las comparsas de bailarines indígenas que avanzaban lentamente soplando en sus zampoñas tristes... Detrás de las comparsas varios cholos conducían a distancia de varios metros dos bandas de tela blanca desplegadas en todo lo ancho de la calle y sobre las que, en letras negras, los partidarios habían pintado dos inscripciones: ¡¡¡VIVA EL ECRECIO CIUDADANO DON COSME ENDARA!!! ¡¡¡VIVA ELGRAN PARTIDO!!! (41)

Los indios bailan pese a la falta del derecho al sufragio. Indios tristes con suertes negras desde el momento que se entregaron al derrotismo, al hambre:

El hambre hace estragos en la región. Diariamente se ven ambular por los caminos polvorosos y secos caravanas de dolientes. Van en pos de la parihuela sobre las que saltan formas rígidas de cuerpos cubiertos con oscuros crespones, y se oyen los plañideros acentos con que se despiden los abandonados y mal hayan el rigor de hadas implacables que consienten la aniquilación por hambre de vidas humanas. (42)

Los “hadas implacables” son los dueños del destino del indio, o sea los hacendados y sus amigos que, por otra parte, no se limitan a ejercer su poder en Bolivia. El novelista ecuatoriano Jorge Icaza también recurre al tema del hambre. Está expuesto en Huasipungo, en forma directa y desafiante. Arguedas se muestra más sereno. El novelista peruano Ciro Alegría utiliza el hambre como recurso arribado. En la novela El mundo es ancho y ajeno, la comunidad de Rumi se da inicialmente próspera. Va cayendo progresivamente en desgracia. Cuando el hambre acosa al indio, éste la sacia con coca. “La coca es buena para el hambre, para la sed, para la fatiga, para el calor, para el frío, para el dolor, para la alegría, para todo es buena. Es buena para la vida”.(43)

36. Concha Meléndez, La novela indianista en Hispanoamérica (San Juan: Universidad de Puerto Rico, 1961), p. 38.

37. Carlos Medinaceli, “La nacionalización del indio,” en Alegría de ayer (Artística 1988), p. 186.

38. Raza de brance, p. 9.

39. Raza de bronce, p. 48.

40. Raza de bronce, p. 180.

41, Vida criolla, p. 121.

42. Raza de bronce, p. 138.

43. Ciro Alegría, El mundo es ancho yajeno (México: Diana, S.A., 1964), p. 277.

Para tus amigos: