Domingo 06 de julio de 2014
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En el año 1929 el astrofísico norteamericano Edwin Hubble observó que las galaxias más lejanas están alejándose de nuestra Vía Láctea a una velocidad tanto mayor cuanto más distantes de nosotros. De eso había que deducir que el universo se está expandiendo (todavía), lo cual significa también que antes, hace mucho tiempo, las galaxias debieron de estar muy juntas unas a otras. De ahí surgió la teoría del “big bang” (la gran explosión): según esta teoría, el universo se originó, hace unos veinte mil millones de años, de una explosión repentina. Con esa explosión se supone que empezó todo: el espacio, el tiempo y la materia. Esa teoría no deja de ser muy discutida; pues de todos modos en el terreno de la cosmología no hay más que conjeturas más o menos fundadas. Pues lo cierto es que nosotros no estábamos ahí cuando nació el cosmos, ni estaremos presentes tampoco cuando acaso un día lejano el universo declare el cierre del negocio. El hombre tiene que vivir con esta incertidumbre y con otras; entre tanto se puede consolar con los hallazgos de la filosofía, por si de algo le sirviera. Se puede aplicar a nuestro conocimiento de los mundos estelares lo que observó el profesor de física alemán Harald Fritzsch: