Se trata de un esquema que prevalece en el desarrollo de la política nacional con su cotidianidad ya establecida y sus procedimientos casi regulares en cuestión de soluciones a planteamientos que emergen de los “movimientos sociales” u otros que también formulan sus quejas a través de las protestas.
Los métodos para encontrar vías de alternabilidad entre sectores y lograr que todos reciban igual atención, sale por un esquina que no es la más apropiada para esos fines debido a una serie de elementos que sin ser parte de la formalidad son más bien condiciones que se manejan bajo presión y en la mayoría de los casos con buenos resultados.
Por ejemplo cuando se habla de las autonomías regionales, esas decisiones discutidas, socializadas y aprobadas deberían tener la importante competencia que les asigna la propia Constitución, sin embargo las tareas específicamente parlamentarias con claro predominio político sustituyen las decisiones de los conglomerados poblacionales que buscan desligarse del centralismo para mejorar sus condiciones de vida.
Aunque la figura se presenta como parte de la práctica democrática sucede que hay un predominio del poder de la mayoría parlamentaria sobre una débil minoría opositora, lo que significa un sometimiento implícito a determinaciones del poder Ejecutivo que define la suerte y el alcance de las medidas dirigidas al manejo de la administración gubernamental.
Los problemas relucen con brillo particular en periodos especiales, como el que vivimos actualmente con un proceso electoralista dirigido a una renovación en los mandos superiores, lo que resulta sólo una forma de señalar la continuidad de una gestión pero indudablemente con el respaldo del voto ciudadano, por lo mismo mantener continuidad en el sistema eleccionario con signos de cierta subordinación, especialmente observando el trabajo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), supeditado a instrucciones superiores, confundiendo al electorado con una serie de medidas desacertadas, enmendadas a medias y finalmente vigentes por inercia en el hecho político.
El país está atravesando por un proceso ciertamente positivo en materia económica, las cifras así lo demuestran, las mismas que han sido reconocidas y comentadas favorablemente por los organismos financieros internacionales de mayor credibilidad, lo que muestra una imagen de bonanza y seguridad en la perspectiva del desarrollo nacional.
Sin embargo esa situación de realismo financiero no ha llegado a todos los estratos sociales del país, pues hay segmentos que todavía se debaten en la miseria y esos índices no son desconocidos, por lo mismo son parte de la asimetría económica nacional, con cifras elevadas en la macro economía y con dificultades en las minorías que no han asimilado pragmáticamente esos beneficios de una onda financiera que estuvo respondiendo a la escalada de precios internacionales para cubrir la adquisición de materias primas.
Hay bonanza que se traduce en mayor movimiento económicopero también persisten los reclamos de sectores que no perciben el efecto de las cuentas altas y ese hecho genera protestas, por lo mismo que en este tiempo de decisiones políticas se hace necesario que desde el frente oficial y no menos desde la oposición se formulen propuestas para encontrar grandes soluciones, sin esperar que las protestas rebasen las condiciones de pacífica convivencia.
La clase política debe medir sus estrategias en función a una oferta programática que abarque el bienestar de todos los bolivianos, de modo que el sistema productivo sea más activo ampliándose hasta los más apartados rincones de nuestra nacionalidad, allí donde las cifras no se leen ni se sienten.
Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.