Lunes 30 de junio de 2014
ver hoy
Vivir, no ser torturado, no ser juzgado salvo en juicio justo, poder expresarse libremente, participar de algún modo en el gobierno del propio país, llevar una vida digna, ser atendida la salud, tener derecho a aprender y saber…, sencillamente porque somos personas, no es algo que se pueda elegir o dejar de lado, como ir o no a ver una obra de teatro. Y tampoco es una elección baladí, como elegir color para pintar una casa o el lugar de vacaciones, optar por la justicia, por la búsqueda de la verdad y por situarse frente a quienes están y actúan contra los seres humanos, contra la vida.
Gritar contra la indignidad de la tortura, llamar a las cosas por su nombre, señalar a quien quebranta la ley y rompe los más elementales principios de la vida en humanidad se ha convertido en nuestros días en exigencia ética imprescindible. Quienes disponen de la palabra la han de usar con fuerza, la han de arrojar necesariamente contra los enemigos de la justicia y de la libertad, porque no es tiempo de frivolidades y sí de crisis profunda e intensa, de vergonzosos retrocesos de tantos pasos logrados hacia delante y de esperanza para ir de nuevo hacia delante.