Para el comprador boliviano se presenta un grave dilema a la hora de adquirir ciertas prendas de vestir, especialmente algunas propias del invierno y en otra época del año, ropa deportiva y en muy poca escala, la que se conoce como “ropa de vestir”, es decir más elegante y sobria. Resolver el problema está en función de calidad, precio, duración y para algún sector… conciencia.
La irrupción de ropa norteamericana, como se conoce a la que llega en grandes fardos provenientes del país del norte, no es precisamente nueva, la mayoría es ropa usada, desechada por los usuarios del país capitalista que con muy poco uso la renuevan constantemente, de ahí la cantidad de esa ropa tan variada en modelos, incluyendo calzados de vestir y deportivos, todo para hombre y mujer, niños y adultos. Muy poca es la ropa nueva que llega por la misma vía de la ropa a medio uso.
Si bien este negocio ha tomado carta ciudadana en el país y de manera particular en Oruro donde comienza su aparición y luego su expansión, se trata de un sistema totalmente informal y por lo mismo evasor tributario. Es un dolor de cabeza para las autoridades de aduana y de impuestos, pero el negocio no ha podido erradicarse porque tiene tras el fuerte movimiento económico, un matiz de orden social, ya que cubre la falencia de miles de fuentes de empleo que demandarían con justicia esos comerciantes de “prendería usada”.
Los miles de fardos de esta ropa llegan al país por la vía legal de la importación aunque el índice promedio de esa acción legal apenas llega a un 15 a 20 por ciento del volumen total de fardos y cuyo 80 % entra por la vía del contrabando, por lo mismo de manera ilegal, para un comercio informal que ha crecido desmesuradamente, que no tributa, pero tampoco hace conflictos.
Sin embargo este negocio que comenzó con algunos puestos callejeros, hoy tiene varias cuadras bajo control de los proveedores y los minoristas, se han establecido tiendas, galerías y hasta se clasifican por especialidades. Lo grave es la abierta competencia con la producción textil nacional, que ha quedado relegada, particularmente por la competencia en precio, no en calidad.
A ese fenómeno se suma ahora un negocio legal, pues se trata de la masiva importación de ropa china, nueva y en atractivos modelos que además compiten en precio con la prendería usada y con la producción boliviana.
La estadística que se maneja en el control comercial señala que en los últimos cinco años la importación de ropa china se duplicó en el país, tanto así que el pasado año un 93 % de las compras de ropa correspondían al país asiático de manera general, con una inversión mayor a 18 millones de dólares.
El gran problema para nuestro país es que sectores como el de la Micro y Pequeña Empresa que tiene un gran contingente de mano de obra sufre el impacto de la competencia en precios, pues la China exporta en grandes cantidades y baja el costo de sus productos que llegan al mercado nacional con menor valor a los costos de la producción nacional. Eso significa que en muchos casos, incluso industrias medianas han tenido que disminuir personal y algunas más pequeñas simplemente cerrar sus operaciones.
Como decíamos al principio para los bolivianos y de cualquier economía hay un dilema que superar, primero el precio, luego la calidad de las prendas, es importante tomar en cuenta antes de la adquisición un detallito especial, se asegura que el producto boliviano tiene la ventaja de su larga duración. Es cuestión de probar con conciencia nacional.
Fuente: LA PATRIA
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