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Domingo 22 de junio de 2014

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Cultural El Duende

Jorge Ordenes Lavadenz

La adversidad en la novelística de Alcides Arguedas vívida y vigente

22 jun 2014

Fuente: LA PATRIA

La narrativa del pensador boliviano Alcides Arguedas Díaz viene a ser un llamado al orden y a la legalidad, sobre todo con respecto al Artículo 7 de la Constitución Política del Estado -que, entre otras cosas, estipula el derecho a una remuneración justa por el trabajo realizado. Las novelas de Arguedas son también un pedido simbólico a los bolivianos a dejar de jugar a tener un país, y un postulado doloroso de edificación de Bolivia lanzado desde un positivismo social crítico en boga en América durante las primeras décadas del siglo veinte.

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Cuarta de 10 partes

Los “cerros grises y resquebrajados”, “cumbres atormentadas y rojizas”, “faldas de los pelados montes”, “ingrata visión del yermo”, de la región suburbana sur de La Paz obviamente preparan el ánimo del lector para lo que viene luego, que se anticipa como poco halagüeño. Y así acontece. El contexto general de Vida criolla es de desaliento. Con el mismo desaliento escribirán novelistas bolivianos como Armando Chirveches, Oscar Cerruto, y Carlos Medinaceli. Es que Bolivia es un desaliento. Chirveches, por ejemplo, amigo de Arguedas, dice en “La candidatura de Rojas” que se publica cuatro años después que Vida criolla:

El amanecer del día de las elecciones fue triste, ... algunas calles hallábanse convertidas en ciénagas y lodazales y desde los tejados decrépitos, el agua se escurría por goteras interminables que bañaban a los transeúntes en plena vía pública. El cielo, de un color gris desesperante, no tenía trazas de cambiar de color;... tornaba grises hasta las montañas lejanas, envueltas por casi transparentes telones de niebla que ningún rayo de sol llegaba a descorrer.(24)

“Día triste”, “ciénagas,” “color gris,” “telones de niebla,” “ausencia de sol”, recuerdan el contexto arguediano de símbolos que reflejan una realidad humana. Chirveches, entre otros, reconoce el mérito de tal contextualización. Y así podríamos sacar citas afines de Aluvión de fuego y de “La Chaskañawi”. El punto que busco recalcar es que en estos narradores se destaca un quehacer de presentar –reflejando la problemática socio-política de Bolivia. De allí que existan opiniones, sin duda acertadas, sobre el mensaje pionero de Arguedas. La siguiente sería un ejemplo: “Este libro [Raza de bronce] ... deja planteado un importante problema social sin dar la solución ... Dio ... un trozo de vida henchido de sugestión reformista y revolucionaria que, a la vuelta de treinta y cuatro años, habría de recogerse en el primer intento de reforma antifeudal del agro: 1953.(25)

Seguramente Alcides Arguedas hubiese querido ser testigo de la implementación de la reforma agraria boliviana de 1953. Aunque, 41 años después del hecho, todavía impera la confusión anímica en el campesino boliviano, acarreado al siglo veinte con la utopía de un decreto, que, sin un asidero administrativo serio e idóneo, todavía está lejos de satisfacer. Concretamente, la falta de caminos, escuelas, servicios de salud y, sobre todo, la ausencia de servicio de justicia elemental –y el respectivo tinglado institucional ¡y constitucional! que la imparta– mantienen vigente, a fines del siglo veinte, en una gran medida, el contexto simbólico-político-social de las novelas de Arguedas. Por eso este estudio.

Adentrándonos algo más en el contexto urbano de la narración y su significado, abordemos el asunto del carnaval paceño, según lo describe el autor, presagiando lo que habría de escribir sobre la fiesta en su Historia General de Bolivia, donde nuestro autor cita al diplomático argentino Dámaso Uriburo: “Eran, dice, los días de carnaval y entregándose había el sátrapa indígena a sus vulgares placeres, a la razón que recibiera la noticia de la ocupación militar de Antofagasta. El efecto que debía producir a Bolivia tan inesperado acontecimiento, turbar podía las fiestas, por lo que se propuso ocultarlo hasta de sus mismos favoritos y confidentes”.(26)

El “sátrapa indígena” en este contexto viene a ser posiblemente el general Hilarión Daza, presidente de Bolivia durante los carnavales de 1879. Caudillo bárbaro lo llamó Arguedas. Al episodio total de la Guerra del Pacífico identificó como la vergüenza más grande de la historia de Bolivia. ¿y el carnaval paceño? Arguedas lo describe así:

... señalando a los máscaras, que por grupos iban y venían rompiendo con sus gritos y cantos incoherentes, tristes y licenciosos, el pesado sopor de la urbe, cuyas calles sinuosas perdían sus líneas en la sombra. Marchaban máscaras sudorosos, fatigados, hambrientos. Cinco horas llevaban de correr la ciudad de un extremo a otro y eran pocas las casas donde se bailaba.(27)

¿Cómo no va a causar estupor el hecho de que, por repetir escenas como ésta, Bolivia, en parte, haya perdido su litoral? ¿No es motivo de amargura histórica el que la mueca carnavalesca todavía se nos ría ante el desacierto de la autoridad? La verdad es que el general Hilarión Daza debió haber iniciado la inmediata defensa del salitre, el cobre, el oro, la salida al mar, y, sobre todo, del territorio y, por lo tanto, de la dignidad de Bolivia. Arguedas, por intermedio de su personaje

Carlos Ramírez, resume el sentir de entonces respecto a las celebraciones de carnaval: “¡Qué gente tan estúpida, por Dios! ¡Lo peor que a esto llaman divertirse!”(28) La vida debe ser muy dura para hombres y mujeres bolivianos cuyo momento de desahogo máximo gire alrededor de unos cuanto días de carnaval. Parecería que perder el juicio, y el quicio, por unos días, en pos de un descanso, justificase el costo. “Y comenzaron a beber de las copas servidas de cerveza, sedientos, hidrópitos, con ansias, hasta con cólera. Algunos cogían dos copas y mientras consumían la ocultaban la otra bajo la capilla del dominó o detrás de la espalda. Otros más prácticos, hacían desaparecer las botellas en el amplio capuchón de las mangas”.(29)

Mientras tanto, Pisagua, en marzo de 1879, según Arguedas, lucía así: “... ciudad triste como un cementerio y en la que, si algo se oye, es el rugido del océano que se retuerce con furor de fiera enjaulada.”(30) Y en opinión precipitada de Augusto Guzmán:

La impresión madura del libro [Vida criolla] es algo fuerte y amarga. Una sociedad hipócrita y villana en una pequeña ciudad aldeana que el autor llama “urbe” y cuyas virtudes nada tienen que ver con el propósito de señalar sus vicios ... El argumento se reduce a la descripción, en escenas sucesivas, de la vida que hacen en La Paz a fines del siglo anterior los jóvenes intelectuales y de sociedad.(31)

Discrepo. Alcides Arguedas no tiene como propósito describir virtudes y vicios de la sociedad, en el sentido de que su contexto abarca lo negativo con prioridad. Ese contexto se afirma en una voluntad crítica, por momentos apasionada; porque en la Bolivia de fines de siglo diez y nueve y comienzos del veinte, el hacendado abusa al campesino, el dueño de minas abusa al minero, el patrón abusa empleado, el gobernante abusa del gobernado en detrimento del progreso nacional. De esa gama de abusos habla Arguedas, ya ella se refiere en su contextualización. Guillermo Francovich lo corrobora: “Aunque sus investigaciones [de Arguedas] estaban consagradas a la historia ya la sociología, no era el conocimiento puro de la realidad social lo que él buscaba en ellas, sino la oportunidad para exteriorizar la protesta de su espíritu angustiado por el espectáculo que le ofrecía la vida nacional”.(32)

También lo postula Carlos Medinaceli: “Se ha dicho que Arguedas es un pesimista. En realidad lo es. Lo es temperamentalmente. Pero su pensamiento es sano, vigorizador de la voluntad de creación y poder como el padre Zaratustra, o, más propiamente, si no queremos irnos tan alto, estimulador de la acción como los “regeneracionistas” del 98 español, Costa y Ganivet”.(33)

A propósito de que si la sociedad descrita por Arguedas es totalidad, o una parte, del ámbito urbano de La Paz, cabe citar la opinión de Fernando Díez de Medina –opinión desconcertante por lo categórica de un autor que nunca aceptó la crítica arguediana– que Dice que las descripciones de Arguedas constituyen una “hábil pintura de la sociedad paceña al comenzar el siglo”.(34) Yo diría que, en vez de “hábil”, es una agria pintura. Y otra opinión incluso más precipitada: “Vida criolla es un resumen de las reacciones mestizas ante las urgencias sociales de la ciudad paceña, ciudad en formación.(35) Yo diría que en Bolivia y de bolivianos solamente hay reacciones mestizas. Las reacciones indias quizá sean el motivo de la opinión de Díaz Machicado.

Continuará

24. Armando Chirveches, La candidatura de Rojas, (Buenos Aires: Universitaria de Buenos Aires, 1964), p. 116.

25. Augusto Guzmán, La novela en Bolivia (La Paz: Juventud, 1955), p. 62.

26. Alcides Arguedas, Historia General de Bolivia, De 11, pp. 1320-1321.

27. Vida criolla, p. 134.

28. Vida criolla, p. 134.

29. Vida criolla, p. 140.

30. Pisagua, De 1, p. 76.

31. La novela en Bolivia, p. 60.

32. Guillermo Francovich, El pensamiento boliviano en el siglo XX (México: Fondo de Cultura Económica, 1956), p. 43.

33. Carlos Medinaceli, Las in actualidades de Alcides Arguedas (La Paz-Cochabamba: Los Amigos de Libro, 1972), p. 45.

34. Fernando Díez de Medina, Literatura boliviana (Madrid: Aguilar, 1954), p. 277.

35. El ateneo de los muertos, p. 25.

Fuente: LA PATRIA
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