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Domingo 22 de junio de 2014

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Cultural El Duende

Antonio Paredes Candia

El sexo en el folclore boliviano

22 jun 2014

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Costumbres relacionadas con el sexo

El hombre folk boliviano no concibe el amor sin el acto sexual. Lo uno y lo otro se ensambla para su mentalidad, formando un solo concepto.

En los estratos populares citadinos, el concubinato no es caso raro, es costumbre generalizada que tiene mucho que ver con la comprensión sexual de la pareja.

El indígena, en el campo, practica el sirwinacu (área quechua) o también llamado warmi mañaku en el agro potosino, que es nada más que la convivencia marital y los contactos sexuales prematrimoniales realizados con aquiescencia de los padres de la pareja. La misma costumbre que en el grupo aimara se denomina tincarjasiña. Costumbre sobre la que dice Rigoberto Paredes: “En ambos casos, sea que cohabiten en una misma morada o vivan en casas separadas, la costumbre no es censurada y está convertida, hasta cierto punto, en una institución prematrimonial”.

El Warmimunachi.

Es un talismán o amuleto labrado en piedra caliza, de una pareja humana en el acto sexual. La creencia supersticiosa del pueblo es que el individuo que la porta será correspondido sexualmente por la mujer que él desea, o ha escogido, o le inspira deseos carnales.

Hay waqankis (otro nombre de estos talismanes), como el conocido con la denominación de warmi-munachi, o mejor dicho warmimpi munayasiña o sea hacerse querer con la mujer, que son tan populares que pocos ignoran su aplicación. Este famoso talismán o amuleto lo venden los Kallawayas y tienen la figura de un hombre y una mujer en el acto sexual o abrazados, o la forma de un falo. Los waqankis los fabrican de huesos, metal o de alabastro blanco, el cual afirman haber caído del cielo con el rayo “que es quien engendra o trae consigo esa piedra a la tierra”.

Enrique Oblitas Poblete, refiriéndose al mismo tema en su libro “Cultura Kallawaya”, escribe que “el amuleto se denomina ‘monolito’, ‘jatachicu’, ‘atasi jatachicu’, ‘warmi munachi’, en el Perú ‘kuya-kuya’, consiste en un hombre y una mujer unidos en acto sexual. Este amuleto es el más preferido y buscado por la gente. Para que surta efectos seguros, se añaden piedra imán, maíz amarillo, carbón de queñua, hilo de seda de color, un pedazo de la prenda de la persona de quien se desea obtener el amor, pelo de la misma, una fotografía, etc.”

El preparado de carácter mágico en el grupo kallawaya según el mismo Oblitas, es el siguiente: “El pelo de la mujer amarran a la piedra labrada o en su defecto la prenda la guardan en alguna parte preferida como la cama, debajo de la almohada, etc.; para que en lo posible esté el amuleto en contacto de la persona de quien se desea conseguir el amor, a fin de que la magia de atracción del amuleto le transmita su poder. Algunos manejan en el bolsillo para tener y contar siempre con la fuerza misteriosa a la mano”

La fiesta de la Santa Veracruz en Cochabamba

La fiesta se realiza el 3 de mayo, en el actual barrio de la ciudad de Cochabamba, denominado Valle Hermoso, donde se levanta la capilla que conmemora la fiesta de la Santa Veracruz.

A la fiesta, por muchos aspectos, se la puede conceptuar pagana. El pretexto es un crucifijo, pero en realidad el motivo es realizar supersticiones ancestrales. Se dice que los milagros que concede el crucifijo se circunscriben a la multiplicación de seres humanos y de animales.

Las mujeres que tienen muchos hijos y no desean más familia, llevan a la Santa Veracruz muñequitas de trapo, envueltas con hilos de colores, idénticamente como lo hacen en la vida cotidiana con sus hijos, y depositan en una especie de hoyo que se encuentra en la parte posterior del altar principal, pidiendo el instante que arrojan la muñeca, el milagro de no tener más niños. Las mujeres estériles recogen esas muñequitas pidiendo lo contrario.

Allí se depositan también pequeños velloncitos de lana, manojos de pelos de mula muy bien sujetos con cintas de colores, e igualmente de caballos, de cerdo, plumas de gallinas, es decir, presentan al santo una representación objetiva de lo que desean se multiplique. Para el campesino es el Señor de la Multiplicación.

Los pedidos los hacen rezando oraciones en la mayoría de los casos, de un modo muy peculiar: cantando coplas nacidas del ingenio del pueblo, tan irreverentes como plenas de picardía y doble sentido

Al cantarle le ofrendan incienso, y otras veces, humo de los excrementos animales que queman pidiendo su multiplicación. La mujer indígena quechua, dulce de alma e ingenua de carácter, con el reboso o la manta cubriendo media cabeza, hace quemar en una chúa (pequeño platillo de arcilla), sobre carboncillos encendidos, el guano de las vacas, de las ovejas, o del animal que posee muchos ejemplares. Hincada la rodilla en tierra y elevando en ofrenda el rústico sahumerio le canta, mientras a sus espaldas, el marido y los amigos de éste, le acompañan con música de guitarras, charangos, o de concertina.

La fiesta dura tres días. Delante de la capilla y formando una avenida, se levantan carpas, donde los comerciantes expenden bebidas alcohólicas, entre las que ocupa lugar preferido la chicha, y comidas de variado sabor picante.

Los asistentes a la fiesta, generalmente pasean por parejas en la avenida que delimitan las carpas, cantando coplas, tocando instrumentos y bebiendo copiosamente, hasta que llega la noche en la que cobijados por la oscuridad dan rienda suelta a sus instintos, uniéndose carnalmente detrás de los muros de la capilla o apoyados en ellos, en la creencia que el lugar “es santo”, y les ayudará a engendrar o preservar la concepción, según el deseo de la pareja” (

El Rumitanqay en Potosí

La palabra quechua Rumitanqay se traduce literalmente como “los empujadores de piedras”. Interpretativamente se ajusta a la siguiente explicación: para empujar un pedrón se utiliza el barreno o los barrenos de muchos individuos. Una manera picaresca de comparar este trabajo con la violación.

El Rumitanqay se practica en los cantones de Puna, Chaquí, Alcatuyu, Belén y otras vecindades cercanas de la Provincia Linares del departamento de Potosí, después de bailar la Caja Rueda, danza exclusivamente nocturna.

El Rumitanqay es la costumbre de carácter sexual, que se practica todas las noches de carnaval o después de las fiestas campesinas donde se baila la Caja Rueda. Consiste en ir a buscar jóvenes adolescentes y violarlas. Dos o tres muchachos se reúnen y van en busca de jóvenes a quienes hacerles el amor, con la aceptación de ellas o a la fuerza, conduciendo a las muchachas a la quebrada del río Mikulpaya, cerca de la población de Puna. Allí, cobijados por la oscuridad de la noche realizan el atentado.

Es costumbre netamente indígena, pero aprovechada por los khalas (cholos) que se disfrazan con ropas nativas y practican el Rumitanqay. En tales casos, las indiecitas se quejan así: “cholo tanqayku” (Quechua: el cholo me ha empujado).

Antonio Paredes Candia.

La Paz, 1924 – 2004.

Prolífico escritor

e investigador.

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