Pero qué hacer; arrostrar las circunstancias traicioneras, alejarse a otro mundo exento de la canalla vulgar, han habido grandes hombres que con su soberanía individual han creado formas de vida estrafalarias, aún productivas.
Friedrich Nietzsche es, creo, un ejemplo de la grandeza singular; lo leo, severo: “El pueblo comprende poco lo grande, esto es, lo creador. Posee en cambio gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes” (1).
Alejarse a la soledad, apartarse de las cotidianas tropelías, de la “política”, caerse del tiempo…
“Amigo mío, huye a tu soledad, allí donde sopla un viento áspero, recio. Tu destino no es el de espantamoscas” (2).
Renunciar a “espantar las moscas”, a enredarse con lo que se ha ido llamando la política: corrupción, contaminación, demagogia; ir a un mundo en el que se tiene propias batallas, ¿dejar de pelear con las circunstancias, con la “coyuntura política”? ¡Pero si está relacionada con el lugar donde se vive!, con los recursos naturales, con la economía, con el mundo. Se puede vivir libremente, caerse del tiempo como diría Roberto Barbery o Enrique Fernández, se puede disfrutar limpiando la política de la infección arbitraria pero tediosa; sin abandonar la independencia, del ser.
Pienso en Albert Camus; notable escribidor, vividor; habría participado en la resistencia francesa contra los ocupantes nazis, laborado en el periódico “París-Soir”, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial; cuando realizó valientes escritos, combatiendo sin tregua a la peste que después, él denunciaría. En esas circunstancias demuestra Albert que no es imposible ni indigno embestir la “problemática social”.
Escribir es una fuerte manera de afrontar las circunstancias, mas, mejor cuando se lo hace con la fuerte sensibilidad y honradez lograda.
¿Quebrar la farsa, “hacer algo”?, ¿participar en la palestra pública?; ignorar los desmanes que de algunas maneras se cometen en el país o en el lugar puede ser nocivo incluso para uno mismo, dejar que se envilezcan las instituciones, las formas de vida, puede tener consecuencias penosas. Es normal atribuirse facultades, corresponde a la subjetividad de las personas; uno bien puede decir: “yo soy el mejor”, sencillamente las personas acogen vanidades hueras.
Dentro los escenarios públicos o institucionales, peor juzgadores; si no se maneja con la probidad e imparcialidad necesarias, pero si una de las partes —que demuestra no ser límpida—, designa al juez; sería muy normal que los resultados no sean límpidos.
La perversión de la política gubernamental creo que es clara, incluso con respecto al medio ambiente; hay pruebas para demostrarlo: mi recuerdo de contaminación degenerante en lugares bolivianos, ante la indiferencia de sus “autoridades”, es una de ellas.
Creo que la expresión de Jean Paul Sartre asesta contundente en la despilfarrada coyuntura: KEAN: “On joue les héros parce qu’on est lâche…” (Uno juega a los héroes porque ése es cobarde)(3).
Habrá la sensación de que no traicioné a mis convicciones de honradez, de cuestionar, enfrentar circunstancias
(1) “Así habló Zarathustra”, Friedrich Nietzsche. Biblioteca de los grandes pensadores.
(2) Ibídem
(3) “La ciudad y los perros”, Mario Vargas Llosa. Punto de lectura.
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