Sábado 20 de febrero de 2010
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Fue Jesús quien precisó con claridad su misión: “No he venido a llama a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan”. Y lo dijo ante los fariseos y escribas que pretendían conocer los planes de Dios.
Para unos y otros, pero principalmente para los que acuden de rodillas y contritos a buscar la renovación, Isaías expone una lista de lo que debemos hacer en este tiempo:
-Desterrar la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, partir el pan con los hambrientos, saciar el estómago del indigente; ocuparse fielmente del Día del Señor, no traficar en el día santo, no buscar los intereses ni asuntos propios.
El tiempo de ayuno se basa principalmente en la obediencia, un retorno al camino, al verdadero camino, solo por amor y confiados en el amor y la misericordia de Dios.
Si observamos los mandatos divinos, la promesa es hermosa: “brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas”.
Fuente: LA PATRIA