Jueves 05 de junio de 2014
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La acepción del término “combo” que recientemente se ha popularizado, no está registrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Su uso, sin embargo, se ha extendido como un conjunto de productos que se ofrecen por un precio global. Así es como se van añadiendo palabras y nuevas acepciones a nuestra lengua, enriqueciéndola. Claro está que los puristas no las van a aceptar.
Esto del “combo” me sugiere que en la política hay muchos intentos de vendernos unos combos electorales que pretenden ser la expresión de las preferencias ciudadanas, aunque con frecuencia sus integrantes –los partidos–, suelen tener propósitos finales totalmente opuestos. Esta tendencia de presentar un combo electoral, ciertamente se manifiesta cuando hay que enfrentar una opción que, ya predominante, ejerce el poder con visible autoritarismo; y que tiene, además, controlados los órganos de administración y control electoral.
Si bien los partidos dispersos no tienen, en circunstancias como la que vivimos, muchas opciones para cambiar un estado de cosas visiblemente injusto, las consecuencias, si se tiene éxito en el empeño de llegar al poder con un “combo”, pueden ser, al final, casi tan malas, por las contradicciones que se van a producir inevitablemente, como el régimen que se desplace electoralmente.