Miercoles 28 de mayo de 2014
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Desde hace varias décadas, el bloqueo se ha convertido en arma contundente de sectores sociales que buscan atención de las autoridades o, lo peor, grupos extremistas que se oponen a todo lo que signifiquen políticas de gobierno. Así, se ha tenido que sufrir, por ejemplo las consecuencias de bloqueos a carreteras por las que exportadores de la región del Chapare enviaban cítricos, bananos, piñas y otros a la Argentina. Se han podrido miles de toneladas por causa de esa acción destructiva y lo más grave es que se ha causado daños irreparables al país porque, al margen de que los exportadores perdieron toda su producción, perdieron también potenciales clientes consumidores que habían firmado contratos para una provisión sostenida.
Para nadie es un secreto que el bloqueo es una de las formas más contundentes del terrorismo porque destruye vías de comunicación, evita la libre circulación de personas, destruye el comercio, obstaculiza planes de producción, atenta contra la seguridad de las personas e irroga grandes daños al país.
Atentar contra la libertad y la seguridad de las personas es lo peor que se hace con los bloqueos porque perjudica su libre acceso a diferentes poblados del país, evita la salida al extranjero, impide el uso de infraestructura hotelera, atenta contra el turismo, daña obras públicas y obstaculiza toda forma de traslado de las personas de uno a otro sitio.