Martes 27 de mayo de 2014

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Una estrella cayó del cielo para mostrar la luz de la vida, no solo era una estrella, sino un ángel resplandeciente, con una cabellera impresionante que hacía gala de su linda figura.
Sus manos delicadas tenían fortaleza de acero, para soportar cualquier trabajo, sin que gane el desamparo. Su estructura frágil, haría pensar que solo serviría para verla y amarla, pero demostró temple y valor, que no se rendiría ante nada, lucharía con garra cual un león, mataría con su mirada al invasor y amaría sin condición al Redentor.
Desde el firmamento Dios habló, pidió al hombre un compromiso, para cuidar y amar a esa flor que estaría en el jardín de su vida, por el resto de sus días. Luego, abrió sus manos y, entregó el regalo más preciado… Eras tú mujer, que llegaste al mundo como un designio de amor, entregada, decidida y abnegada, tú solo tú eres el ser divino, que vino a mostrarnos el camino de lo que anhelamos con firmeza.
Ese ángel enviado por Dios, fue bautizado con el nombre de Mamá, título sublime que acompaña a todas las mujeres que tuvieron la dicha de tener, según ellas, al amor de su vida, porque estuvieron presentes en una cita a ciegas para conocerlo.
Fuente: LA PATRIA