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Domingo 25 de mayo de 2014

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Revista Dominical

Comentario sobre una película cinematográfica

25 may 2014

Por: Vicente González Aramayo Zuleta -Escritor

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En forma contraria a lo que creyeron que sólo iba a ser un espectáculo pasajero, como de circo, la muestra de diez películas, de tres minutos cada una proyectadas en el Gran Salón du Café, en la Avenida les Capuchines, de París, en 1895, por los hermanos Lumiére, resultó más bien el comienzo de una gran industria. Ahí nacieron también las escuelas, los estilos, los géneros, subgéneros, y temáticas cinematográficas. Se crearon grandes empresas, sobre todo en los EE.UU., con gran inversión, pero vieron que el cine debía explotarse como una gran industria siguiendo la temática de la diversión narrativa, en tanto que otros países como los europeos, principalmente la Unión Soviética tomaron al cine como el milagroso medio de cristalizar en él lo mejor de la novela, el cuento, la ciencia y la denuncia de la explotación capitalista. Era la oportunidad de hacer del cine una plataforma de tesis que ayude en la lucha por los derechos. Por esa razón y por otras es que el cine norteamericano ha seguido la línea del entretenimiento como “Cine de Actores” antes que mostrar a los directores como verdaderos autores de las pelícu-las, Nuestro cine es de autores. Un gran director es Jorge Sanjinés cuya mayor parte de su producción ha sido premiada. En Estados Unidos no permitieron cine social, y el famoso Mac Carthy lanzó la cacería de brujas. Así muchos cineastas como el soviético Eisenstein tuvo que irse.

Sin embargo, el cine norteamericano ha producido buenas películas, explotando particularmente la temática del Western. El argumento de una de una de éstas he de ofrecer en este artículo. No obstante por tener esa línea la película “de actores”, hace que no recuerde al autor, o director pero sí al actor principal. Kirk Douglas, el que hace casi solo toda la trama. El filme lleva por título “La muerte de un canalla”. He aquí la síntesis del argumento:

Un día del año 1880, un bandido feroz arma en mano ingresa violentamente en una casa de hacienda. Es el “Rancho” de un gran magnate que pasa los fines de semana, alejado de su fábrica de billetes y de acariciar sus barras de oro en la metrópoli. El intruso tiene a todos los miembros de la familia, incluyendo a dos niños pequeños y a la servidumbre encañonándoles con su colt 45, contra la pared; luego obliga al amo a abrir la caja fuerte bajo amenaza de matar a uno de los miembros de su familia si existiera resistencia. Una vez abierta la maciza puerta afloran los billetes verdes como una singular cosecha, o un premio fácil. Son más de 200.000 de aquellos buenos dólares, que ahora representarían más de cuatro millones. El maleante ordena traerle los calzones femeninos que cuelgan en cordones a secar. Esas prendas en aquellos tiempos eran muy distintas a las tangas de hoy, de modo que anudando los extremos de las piernas los coinvierte en bolsas, en las que introduce los 200.000 dólares. Enfundando su revólver sale de la habitación cargando los calzones llenos de dinero. El gamonal lo ve furioso… a los demás no se les pasa la expresión de miedo en sus rostros. No hay más gente y naturalmente nadie se atreve a mover una pestaña. Tomando su cabalgadura abandona a todo galope el lugar y llega a hasta un desier-to inhóspito, seco al que el sol intenso parece calcinar en forma permanente, todo es colorado, de arenisca y basalto, con rocas de formas caprichosas, promontorios sólidos. Se ve grande, extenso. Parece el remanente de un cataclismo final… el último lugar del mundo, abandonado ya de la mano de Dios. Es una región que comprende el desierto de Sonora y Durango del que participan México y Estados Unidos. Allí existe apenas sólo matas espinosas, alacranes y serpientes cascabel, que son sumamente letales, el veneno de la cascabel es el más mortal de todas las especies de estos reptiles rastreros; su veneno, según donde sea la mordida hace efecto en cosa de dos a tres minutos; en los pies puede durar hasta una hora. El asaltante se detiene junto a un pequeño promontorio de piedras, a pocos metros se lee un cartel sobre una señalización vertical “A México”. Entonces se halla al filo de la frontera. Se apea y acerca al promontorio, aparta una piedra y asoma su cabeza a un hueco no muy profundo; observa con serenidad y, si se quiere, con arrobamiento. Es un cubil de víboras cascabel… ya se oyen sus cascabeles como un coro singular de sonajas, y haciendo vibrar sus “lenis” o “viperinas” y con sus fieras miradas hacia la cara del hombre, que se halla a prudente distancia. Sonriendo arroja la improvisada bolsa del dinero al foso, no sin antes llenar un bolsillo con un puñado de dólares. Tapa luego el agujero con la misma piedra, cabalga su caballo y sonriendo se adentra en territorio estadounidense. Claro… ¿quién podría ser mejor custodio de su tesoro como esa guardia de cascabeles? Después de todo, las serpientes no saben de dólares.

Naturalmente el hacendado da parte inmediatamente a la policía, bajo oferta de buena recompensa. La policía se mueve como nunca, y a medianoche encuentran al rufián en la chirlata de una ciudad pequeña, a unos sesenta kilómetros de la línea fronteriza. Era un tugurio de mala muerte, donde juegan, beben, vociferan, y arman camorras a despecho de algunos tranquilos, quienes con cigarros puros humeantes en sus labios y una baraja en sus manos a los que parece no importarles lo que ocurre. Cuando menos la mitad tienen rostros espantables de bandidos, y como en todo cálido ambiente del lugar y época menudean prostitutas. Una de ellas precisamente se halla muy impávida y amor exagerando sus expresiones y se halla apoltronada en el regazo de nuestro bandido. El hombre no tiene tiempo de huir y es detenido, soporta una buena ración de torturas para que hable dónde se hallan los 200.000 dólares, pero resulta tan mudo como sus víboras. Es procesado y condenado a veinte años de cárcel. El presidio es un sórdido cuartel, en un extremo del poblado. Se dispone estricta y excepcional vigilancia al célebre asaltante, incluso de dormido, presumiendo que pueda hablar en sueños. El alcaide de ese presidio es un hombre honesto, escogido entre muchísimos otros por sus antecedentes honorables, su apego fanático a la ley, su indiscutible probidad, muy bueno con el revólver y rifle, y es demás, muy osado y temperamental. De modo que ese penal marchaba como una máquina de engranajes bien aceitados.

Claro que el hombre soñaba con huir y, decide hacerlo después de estudiar cómo. Un día provoca un incendio que causa gran conmoción, de modo que se convierte la prisión en un maremágnum humano que se convulsiona. Agitados corren sin orden por todos lados para tratar de conjurar el fuego. Nuestro bandido ya había pergeñado el lugar por donde se escurriría. Era el ángulo de un segundo patio. De debajo de su colchón toma un revólver que había conservado después de haberlo robado. Trepa ágilmente por la esquina. Un guardia lo ve y le apunta con su rifle, pero cuando ya iba a disparar, oportunamente el alcaide le baja el arma, y le hace un guiño. El policía comprende todo. Es de ese modo como si le invitaran al vals… dejan que huya, y en efecto, el bandido toma un caballo y parte. El alcaide toma otro caballo y le sigue. Si el fugitivo sabe cómo ir sin que sea visto, el alcaide no es menos astuto y sabe cómo perseguirlo, también, sin ser visto. La conformación del terreno -ya se dijo- llano vacío, rojizo, tiene sin embargo deformaciones producidas por la caprichosa formación de la Tierra desde remotas eras geológicas. El siniestro saqueador de ranchos llega hasta el promontorio de piedras donde se halla el cubil de serpientes cascabel y su dinero… dinero mal habido, pero suyo…

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