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Domingo 25 de mayo de 2014

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Revista Dominical

Madre, Dios te hizo inefable para la eternidad

25 may 2014

Por: Marlene Durán Zuleta - Poeta, escritora e investigadora de la cultura orureña

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Cuando a los ojos se han asomado las lágrimas, se apodera una tristeza infinita, nada cicatriza esa herida perenne, late y es imposible de olvidar.

¿Cómo olvidarse a sí misma? Se oye un murmullo, son oraciones, los Padre Nuestros y Ave Marías nos trasladan al ayer, debemos recorrer el laberinto de cieno, caen las hojas amarillentas, es otoño, hay remolinos y el camino parece vigilar nuestros pasos.

No dejo de rememorar la luz de tu vida, ¡cómo alumbrabas! De ti reconozco las lecturas selectas, la radio que encendía el placer de oír la voz de un barítono declamando poemas a las flores. Me sentabas en tus rodillas y me narrabas cuentos breves, de Jacobo y Karl Grimm, de Andersen y mi preferido de Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver. Cerraba los ojos e imaginaba a los cuervos que llegaban de noche, a oscuras bebían el agua de la fuente encantada, se convertían en hombres y se aproximaban a una cueva donde yacía su madre anciana. Sus retoños la llenaban de besos y de mimos hasta media noche.

He intentado resumir en silencio los latidos de tu pecho, mi llegada no fue azar, tu compromiso con mi vida y el placer de tenerme en tu vientre abultado, te causó algarabía, siento que retuve el olor de tu piel a jazmines, no olvido el lazo del cordón umbilical, cuanta comunicación de unión maternal nos mantuvo juntas.

¡Te amo! cómo no amarte MADRE BENDITA. Fuiste benévola y sublime, gracias por traerme a este mundo. Cuando crecí, todo era distinto, nuestra ciudad tenía más sol, no existían tantas torres de Babel, el otoño poblaba de hojas doradas los parques desolados, respiraba como es debido, aire puro. Si retrocediera en el tiempo pediría volver a mi niñez no a tus entrañas; pasé por esa borrascosa experiencia, sufrí porque los galenos en esta especialidad algunos son indolentes cuando recurren al alumbramiento, la llegada del nuevo ser marca protesta, precisamente a raíz de una mala voluntad o inexperiencia por su “vocación” de servir, entonces pienso que si se repitiera mi llegada, nunca más te hiciera lagrimear.

Enterneciste mis sentidos porque recurriste al cofre más sensible, la poesía, si otras creadoras de vida se aproximaran a sus retoños, como lo hiciste tú, y explotaran la escritura, como lo hiciste tú, recargando de tinta la memoria, lograran como tú, escribir en las noches lóbregas, del Mar ausente, de la fémina que debe ser valorada, de la Madre antorcha que siempre ilumina, entonces todos los hijos alargaran hasta lo más hondo de sus sentidos, el orden y la vocación de competir por el signo nítido y transparente de integrarse y ser una sola luz que estimule el amor de mamá.

Reconozco que hay mamás insensatas, no sé si alguna sombra profana logra cubrir sus ojos hasta enceguecer y reaccionar lánguidamente, es decir ver al hijo o hija como enemigos, algo debe fallar en el interior, la promesa del idilio, las emociones, la amatoria consagrada a esos pedazos de carne crecidos dentro llamados retoños hechos de ternura, no se puede ignorar.

A todo este equilibrio también, hay hijos que ponen más peso en los hombros de la madre, ¡ay hijos! que nacieron sin corazón, parecen dagas, pronto a hundir con miradas sin fervor, ¿habrá algún hijo o hija que no haya causado sobresaltos, llanto y temor? Se censura y critica esa ácida reacción, por la irreverencia de hijos chicos o grandes. Está escrito en los 10 Mandamientos del libro sagrado “La Biblia”, “Honrarás a tu Padre y a tu Madre por sobre todas las cosas”. ¿Habrá algún retoño que arroje la piedra y diga que nunca fue irreverente con su progenitora?

El hijo o hija ¿podrá olvidar ese amor abierto?, sería profanar a esta musa llamada sutilmente Mamá.

Sé que no podrás leer esta confesión, no te olvido, nunca podría olvidarte, sería olvidarme a mí misma. Has marcado tu vida en mis ojos, la vocación no sólo de ser Madre, soy la mirada y la palabra que dejaste antes de partir hacia el Padre, al misterio que algún día habré de ir.

¿Quién es mamá?, regazo, confidente incondicional, memoria que eleva el pensamiento, primeras tareas, esfuerzos que no siempre son comprendidos, porque el hijo o la hija no valora esa espiritualidad, solo ella pueda inspirar. Cuando se tiene todo, significa Mamá, veneración infinita, apacible, sólo este ser puede entregarnos, parece natural que nunca habrá de faltar. Y cuando llega el instante oscuro, todo es silencio no hay de qué hablar.

Te manifiesto a todas voces, cuánta falta haces mamá, oír tu voz, sentir tu presencia, tenía dudas de algunos crepúsculos, incendios al extinguirse la tarde invernal, sólo tú podías absolver esas dudas, mamá, siento tu presencia, invisible, no puedes responder a mi llamado que perdura.

Como hija te entregué el ABC de las plegarias hondas y sentidas, mis dedos largos y delgados acariciaban tu afable rostro, puro inmaculado. A la hora de la oración memorable y cotidiana revelaba mi vocación ilimitada al Supremo de siempre, y responderle que no tengo remordimiento, eras lucero.

Como hija, en vida te entregué todos los rasgos de mis sueños, te dibujé sin par, porque para los hijos mamá es única. Pronunciar tu nombre era atisbar desde la ventana y ver tu sonrisa abierta al firmamento. Es mi día de confesiones, haces falta mamá, siento nostalgia cuando rememoro tu rostro apacible, cansado por la bruma.

Sabes Ángel, la presencia de las Madres es trascendental. El oficio es dar amor, amor, amor. Los hijos somos la razón de vivir para las Madres, las Madres para los hijos son quietudes, tienen sabiduría, misterio que mora.

Cuando el sol llenó la ciudad, sentiste que comenzabas a naufragar, para ti era la hora del ocaso, partiste sin malestares, la almohada te motivaba descansar, para dormir eternamente.

Mamá, honró a través de tu infinita ternura a otros ángeles que como tú, son o fueron abalorios. Todo es poco o nada, para tanto sacrificio y amor.

Otros hijos han compartido el amor sublime de sus Madres, como Máximo Gorki (Alexéi Maximovich Péshkov), que escribió el libro con el rótulo de “La Madre”, sobre “el pensamiento de la Madre de un obrero socialista. (1)

Nuestro querido Luis Ramiro Beltrán ha escrito para el ser que más adoró, doña Betzabé Salmón Fariñas, cuando quedó viuda, él y su hermano eran niños, su padre había fallecido en las escaramuzas de la Guerra del Chaco.

Jorge Calvimontes y Calvimontes escribió un delicado y sentido poema para el ser que le dio vida.

Hernán Maldonado escribe sobre Lorenzo Carri: “Poeta y Polifacético, en mayo de 1971 ganó un concurso de poesía dedicado a las madres de Bolivia. La medalla de oro se la entregó el presidente, general Juan José Torres. Con el aporte del premio viajó a Argentina para entregarle la medalla a su madre”. (2)

Javier Claure Covarrubias, desde la distancia en una jornada de dolor, recurre a la memoria para dedicarle con gratitud unos versos al ser que le dio vida.

Un poeta preso por el régimen militar, era visitado frecuentemente por su madre, los guardias comenzaron a sospechar que algo llevaba consigo cuando salía de la prisión. Efectivamente su hijo le entregaba unos versos que iba reuniendo para un libro, en una de las salidas le catearon y le arrebataron unas hojas arrugadas con letras rojas. Sin palabras le arrebataron los escritos, con un nudo en la garganta no pudo evitar ese ultraje y lo único que fue al cruzar el portal sollozar. Obcecada seguía visitando a su hijo, había sido advertida que al salir no portara ningún documento. Había logrado recopilar los poemas para el libro de tapa roja. Cambió el régimen y ella narró que su hijo le hacía repetir una y otra vez sus inspiraciones, ella memorizaba hasta llegar a la calle, afuera comenzaba a escribir denodadamente, no existe duda, sólo la madre arriesga y puede perder la vida por salvar al hijo.

Probablemente otros hijos e hijas han de recordar y ahondar la imagen de su Madre querida que permanece en el camposanto desolado y, los que tienen la fortuna de tenerla con los cabellos oscuros o plateados, deben darle valor y apreciar esa ternura viva, porque a diario puede dialogar y darles la bendición.

Es innegable, irrenunciable el amor a la Madre, amor dulce, puro, inmortal. Único partido real, insobornable, leal.

Mamá, eres musa que no se detuvo en el surco de vida, aunque tu camino ha terminado en otro mundo, con seres invisibles a los ojos del hombre, la muerte no ha de apagarte, porque Dios te ha hecho inefable para la eternidad.

Referencias:

1. Escritores soviéticos

2. MIRADAS, Página Siete. Tres grandes del periodismo boliviano. Hernán Maldonado.

Edición 156-2014.

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